25 millones por un Ferrari, tan valioso como si fuera de oro puro
Este 290 MM de competición fue el automóvil más cotizado vendido en 2015.
Hoy todo el mundo sabe que invertir en automóviles clásicos ha sido un negocio redondo durante los últimos años, con rentabilidades muy por encima de los valores tradicionales. Lo que los inversores se preguntan ahora es si este mercado es una burbuja a punto de explotar o, por el contrario, aún se puede esperar un crecimiento sostenido.
Olivier Le Scanf dirige en Barcelona Auto Storica, el primer especialista español en restauración y venta de clásicos de alto nivel. Actualmente, un 75% de sus clientes son extranjeros, de Suiza, Francia, Bélgica o Alemania.
Valor según los modelos
Esta es su visión al respecto: “Creo que no es una burbuja, pero tampoco es algo lógico al 100%. Había coches que estaban infravalorados en cuanto a precios, porque hay muchos, como el Jaguar E-Type, que es lógico que suban. Luego hay coches como los Porsche 911 RS, muy valiosos, cuya cotización ha tirado hacia arriba de la de modelos similares, pero muy abundantes. Hay Porsches que han subido mucho, pero hay 50.000 unidades, y creo que están demasiado caros”.
“Otro ejemplo son algunos Ferraris de los ochenta, que han subido mucho, a pesar de que hay cantidad y pronto habrá más oferta que demanda. En cambio, hay coches italianos muy escasos, como los Ferraris de los sesenta, o los primeros Lamborghinis, que siempre subirán, porque hay muy pocos y cada vez hay más gente en el planeta que los quiere comprar.
Es como con el arte, puedes apostar por el arte contemporáneo y con el tiempo puede subir o no, pero un picasso o un renoir siempre conservarán y aumentarán su valor. Hay mucha más demanda porque antes los compradores estaban, sobre todo, en Europa y Estados Unidos, pero ahora hay muchos compradores rusos, árabes o asiáticos”, añade Le Scanf.
La realidad parece dar la razón al especialista galo, y es que los grandes automóviles ya se cotizan como lo que son, obras de arte. El pasado diciembre, la casa RM Sotheby’s subastó en Nueva York un Ferrari 290 MM (foto principal) por 25,4 millones. Es interesante pensar cuánto costaría si fuera de oro puro. Con la cotización actual de 31 euros por gramo, y teniendo en cuenta que el Ferrari pesa 880 kilos, un 290 MM de oro costaría 27,2 millones del preciado metal.
Los Ferraris de carreras de los años cincuenta y sesenta son los automóviles más cotizados del planeta, y esta barchetta de competición cumple con todos los requisitos para hacer saltar la banca: es de un marca del máximo prestigio, hay poquísimas unidades, tiene un palmarés impresionante, conducido por los mejores pilotos de su tiempo, se mantiene original y sin accidentes y es una llave de acceso infalible para los eventos de clásicos más prestigiosos.
Varios propietarios
Construido para competir en el mundial de Sport, este 290 MM fue coche oficial de la Scuderia y compitió en la Mille Miglia (recorrido Brescia-Roma-Brescia) de 1956 con Fangio al volante. Con una carrocería esculpida por Scaglietti, lleva un motor 3.5 V12 de 320 CV.
En la primavera del 57 fue vendido y pasó por varios propietarios, hasta que en 1970 cayó en manos del principal coleccionista de Ferrari de competición, el francés Pierre Bardinon. El galo lo atesoró durante más de 30 años y después pasó al coleccionista que acaba de embolsarse los 25 millones en al subasta neoyorquina.
B-2 Spirit: 2.000 millones cada avión
La comparación con el oro también se puede aplicar al bombardero estratégico Northop Grumman B-2 Spirit, un avión invisible al radar que entró en servicio en 1989, cinco meses antes de la caída del Muro de Berlín.
Paradójicamente, su tecnología invisible estaba inspirada en los estudios realizados de un matemático ruso durante los años sesenta. Esto le convertía en un arma temible, en la medida en que podría volar sobre la Unión Soviética y lanzar sus bombas nucleares sin ser detectado por los radares enemigos.
Debido a su enorme coste, solo se fabricaron 21 unidades a 2.100 millones de dólares (unos 1.940 millones de euros) por avión, una vez repartido entre cada unidad el gasto en desarrollo, materiales y fabricación. Es decir, cada uno costó como 13 aviones Boeing 747 jumbo. La envergadura de punta a punta de las alas es de 54 metros y, con un peso de 71 toneladas, si fuera de oro macizo costaría 2.200 millones.
Cuando los B-2 fueron usados para atacar a los serbios en 1999, los aviones estadounidenses volaban 30 horas desde Missouri, bombardeaban y volvían. Uno de los B-2 se estrelló en 2008 tras despegar desde una base en la isla de Guam (territorio español hasta 1898) en el Pacífico, y los tripulantes sobrevivieron. Al diseñarlo, los ingenieros no pensaron en el cansancio de los tripulantes, así que los pilotos compraron tumbonas de diez dólares (9,2 euros) para poder turnarse y descansar un rato.