Davos, el ‘resort’ de esquí elegido por los más poderosos
La calma de la pequeña ciudad alpina se rompe durante una semana al año La nieve y la naturaleza mandan el resto del tiempo
Davos ha hecho gala durante los dos últimos siglos de una asombrosa capacidad de adaptación a los nuevos tiempos. La pequeña localidad suiza, de poco más de 11.000 habitantes, se situó en el mapa a mediados del siglo XIX. El microclima del valle en el que está ubicado (el del río Landwasser, afluente del Rin) era propicio para el tratamiento de la tuberculosis y otras enfermedades pulmonares de la época. Florecieron entonces balnearios y hoteles en los que se alojaron los pacientes más pudientes de la Europa de la época. Thomas Mann quedó tan prendado de ese ambiente que se basó en lo que vio en Davos durante su corta visita en 1912 para escribir La montaña mágica.
El descubrimiento de la penicilina durante la Segunda Guerra Mundial acabó con ese negocio, por lo que la ciudad se reconvirtió en un resort para esquiadores. Incluso durante esta semana se puede ver por las calles de la localidad a gente pertrechada con el equipo para deslizarse por la nieve. Una de las estaciones más cercanas es la única de Europa con una pista que permite un descenso de media hora ininterrumpida.
La ciudad fortaleza
Una torre artificial, similar a las de los castillos, se erige entre la entrada a la calle Promenade, la que da acceso al Kongresszentrum, y los curiosos. Militares con fusiles de asalto y lanzagranadas vigilan desde lo alto, como lo hacen los más de 5.000 soldados que se han destacado para fortificar Davos. Helicópteros, tanquetas y patrullas a pie, además de los tiradores de élite, completan la sensación de tensa seguridad que manda en las calles de una ciudad en la que se mezclan extranjeros en traje y corbata y locales con esquís al hombro
Pero ni siquiera la calidad de las pistas de esquí serían suficientes para que Davos fuese mundialmente conocida en nuestros días. Tiene más glamur la cercana Klosters, localidad en la que el príncipe Carlos de Inglaterra, entre otras celebridades, suele pasar la temporada de nieve. El responsable de la fama de esta tranquila ciudad es el empresario suizo Klaus Schwab, que en 1971 eligió Davos como lugar en el que celebrar una conferencia en la que participasen las principales figuras europeas del management para que los empresarios se actualizasen. Ese fue el germen de lo que en 1987 pasó a conocerse como Foro Económico Mundial, y que del miércoles hasta el sábado reúne a más de un millar de estadistas, empresarios, pensadores y otras figuras de gran influencia.
La primera señal de que la localidad se ve superada cada mes de enero, cuando se celebra el foro, es el perenne atasco de entrada y salida a Davos. Solo se puede acceder al pueblo de dos maneras: por una estrecha y tortuosa carretera, lo que desde Zúrich (la ciudad más cercana con aeropuerto) lleva dos horas y media, o en helicóptero. Este último medio de transporte, tanto en su versión civil como militar, inunda el plomizo cielo durante estos días.
Los propios hosteleros, que hacen su agosto durante esta semana, reconocen vivir días de gran presión. El mallorquín Bernat Salom, gerente del restaurante Pulsa del Hotel Grischa Davos, asegura que tiene mesas reservadas desde hace tiempo y que las comidas de negocios mandan en su establecimiento. “Pese a la gran demanda no subimos los precios, salvo los de los desayunos”, explica. No sucede lo mismo con los hoteles de la ciudad, donde es difícil dormir durante la semana clave por menos de 1.000 euros diarios, más del triple de lo habitual.
Las medidas de seguridad son férreas. Nadie puede saltarse los dos controles policiales que salpican el acceso a la ciudad. Al levantar la vista no cuesta distinguir tiradores de élite apostados en las azoteas de los, por qué no decirlo, horrorosos edificios del pueblo. Se trata en su mayoría de albergues para esquiadores, restaurantes y tiendas de esquí. El Foro tiene lugar en el Kongresszentrum, que durante una semana reúne a las personas más influyentes del planeta y el resto del año hace las veces de pabellón municipal, acogiendo hasta actuaciones teatrales de los niños del pueblo.
Situada al este del país, a escasos diez kilómetros de la frontera con Austria y a unos 30 de Liechtenstein, Davos es la ciudad más alta de Europa (1.560 metros). El termómetro se mueve entre los 22 y los 6 grados negativos. El lago Davosersee está más que congelado. Poco hay que hacer aparte de esquiar y, cuando cae la noche, recuperar el calor en el bar. Los ilustres visitantes de Davos hacen lo propio, aunque sustituyendo el foro por el esquí y el bar por fiestas privadas y veladas en el Hotel Belvedere.