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Columna
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Gobiernos que se portan mal

Puede que el atraco a los acreedores bancarios en Portugal no sea el fin de una era. La decisión del país de destrozar a los bonistas de Novo Banco pisoteó las reclamaciones de los acreedores sobre la igualdad de trato. El nuevo régimen de resolución de la región está destinado a ser más claro, aunque deja espacio al mal comportamiento.

La decisión de Portugal de transferir 1.900 millones de euros de deuda sénior procedentes de Novo Banco enfureció a los acreedores que ven la acción como una violación del principio que estipula la igualdad de trato entre todos ellos. El Banco de Portugal llevó algunos bonos sénior de nuevo al Banco Espirito Santo que será liquidado, pero otros de igual rango en manos de pequeños inversores quedaron ilesos. El capital de Novo Banco, propiedad de fondo de resolución de Lisboa, ha ganado. La pregunta es si se trata de una excepción o el comienzo de una tendencia. Este año entran en vigor las normas en la Unión Europea que permiten que los bancos sean rescatados en virtud de la Directiva de Resolución Bancaria y Recuperación.

Hay buenas noticias. En el futuro, las autoridades nacionales tendrán menos capacidad de decisión, ya que la resolución será supervisada por una junta y podrá ser vetada por la Comisión Europea. Los bancos tendrán que planificar sus resoluciones y acumular cantidades para recapitalizarse.

La mala noticia es que el nuevo sistema implica posibles travesuras al estilo Novo Banco. Los Estados pueden excluir los pasivos por razones de estabilidad financiera. Hay límites: los gobiernos no deben tratar a los acreedores peor que en una insolvencia. Pero tal vez demostrarlo no sea fácil.

Hay incertidumbre sobre hasta dónde podrán inmiscuirse los organismos nacionales. Aún manejarán los bancos más pequeños y la implementación en algunos estados miembros de la directiva podría dar a los gobiernos el poder de intervenir. Las decisiones para los más grandes serán adoptadas por mayoría simple de las autoridades de resolución.

Puede que el nuevo régimen solo demuestre su valor con el tiempo. Por ahora, el mensaje es claro: comprar capital bancario y cobrar por el riesgo.

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