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Tribuna
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Votamos como somos

Uf, por fin hemos votado. Tras unos años de vértigo, sacudidos por la madre de todas las crisis, por los casos de corrupción y por el intento separatista de los nacionalistas catalanes, acudimos esperanzados a las urnas, en busca del bálsamo de Fierabrás que todo lo solucionara. Hemos castigado al partido del Gobierno sin dejar de confiar en él del todo, al hacerlo el más votado. Hemos castigado al PSOE con el peor resultado de su historia, pero mejorándole los datos de sus encuestas. Apostamos por los emergentes, otorgándoles unos buenos y meritorios resultados, pero sin desmelenarnos en demasía. Así, Podemos no consigue la segunda fuerza que tanto ansiaba y Ciudadanos queda muy lejos de sus ambiciones. Ambos dicen que han acabado con el bipartidismo, lo cual en parte es verdad, como también lo es que la suma de PP y PSOE dobla a la de los jóvenes leones. En cualquier otro país eso se consideraría algo muy parecido a un bipartidismo imperfecto, pero aquí ya hemos decidido enterrarlo, sin percatarnos, quizás, que aún goza de relativa buena salud.

Hemos expresado con nuestro voto la política que deseamos, aunque, no sabemos muy bien qué hacer con ella. En teoría, se trataba de nombrar a un nuevo Gobierno que gobernara mejor que el anterior y ahora no terminamos de adivinar el cómo configurarlo. En principio debería gobernar el PP, pero eso solo sería posible en segundas votaciones y siempre que se abstuviera el PSOE, dando por supuesto el apoyo de C’s. Difícil parece esta combinación, una vez que el portavoz socialista ya se ha apremiado a afirmar con rotundidad que votará que no. Bueno, ya conocíamos nuestra acrisolada tradición cainita cuando fuimos a las urnas, no podemos culpar ahora a ninguno de los grandes de esta cerrazón patológica.

Y si el PP, entonces, no puede formar gobierno, solo nos queda el del PSOE con el apoyo de Podemos y alguna que otra fuerza de izquierdas en su caso, y la abstención de C’s. Tampoco parece un guiso cómodo. Nos hemos esmerado en engendrar una criatura compleja. Rica en matices, dirán algunos, para forzar a los políticos a hacer política. ¿Podría, entonces, gobernar Pedro Sánchez? No es fácil, desde luego, pero sí posible y, en todo caso, mucho más probable que un hipotético gobierno del PP. Pero, preguntan algunos incrédulos, ¿cómo podría sostener Podemos a un partido de la casta, o el PSOE dejarse apoyar por un partido que quiere referéndum de autodeterminación o C’s a coincidir con un Podemos antisistema? Nada es imposible, quién sabe. Nosotros hicimos lo más difícil, que era votar, ahora les toca a los elegidos culminar nuestra gran obra. Aunque, sí queremos ser sinceros, debemos reconocer que al día siguiente del parto no parecemos demasiado entusiasmados, como si no termináramos de confiar en el engendro resultante.

A los mercados nuestra elección no le ha gustado un pelo. Primer día y un tortazo del 3,62% en la frente. Nos ponemos un poco nerviosos. Ahora sus señorías electas tienen casi tres meses para tratar de constituir un Gobierno, que es de lo que se trata y para lo que les pagaremos. Unos y otros harán números y cábalas y sentirán el peso de la responsabilidad. Bienvenidos al mundo de la realpolitik. El gobernante no suele elegir entre lo bueno y lo malo, sino que, simplemente, trata de evitar el despeñarse por lo peor. O gobierno o nuevas elecciones en abril.

¿No está claro lo que hemos querido decir con nuestros votos? Por tu expresión, parece que no. Nos miras sin terminar de comprender del todo nuestro razonamiento. ¿No estarás insinuando que ni siquiera nosotros mismos terminamos de saber muy bien qué demonios hemos votado, verdad? Pues tenlo claro. Sabemos perfectamente lo que hemos hecho: hemos votado como somos, ni más ni menos.

Por otro lado, la última reforma del coste del despido, con la ampliación del colectivo de trabajadores con un coste de 33 días, ha resultado frustrante. La mayoría de contratos de estas características se han hecho con costes de despido máximo, es decir 45 días. Por tanto, el coste del despido no parece que sea una variable tan relevante como se plantea. En el caso del subsidio de desempleo, la evidencia empírica no muestra claramente una correlación elevada en España entre subsidio de desempleo e incentivos a la empleabilidad. En resumen, son necesarias reformas de calado en empleabilidad en algunos segmentos de población, desincentivar la jubilación anticipada y mantener un salario de mercado superior al salario de reserva. Por último, mientras algunos agentes sigan viendo a la Seguridad Social como un impuesto habrá problemas financieros, pero no hay ninguna señal de alarma.

Manuel Pimentel es presidente de AEC y ‘of counsel’ en Baker & McKenzie.

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