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La UE es una de las pocas zonas que acude a la reunión con los deberes hechos

Europa pone ‘verde’ al planeta en la cumbre de París

La Unión Europea no está hoy día para dar muchas lecciones, con un crecimiento económico que no acaba de despegar, un sistema de fronteras que se resquebraja y un choque interno brutal sobre la gestión del flujo de refugiados procedentes de Siria. A todo de ello se añade la amenaza potencial de más de 2.000 europeos enrolados en grupos terroristas como el Daesch, algunos de ellos dispuestos a regresar a sus países de origen con criminales intenciones.

En medio de ese escenario de tintes apocalípticos, la 21 cumbre mundial sobre el clima que concluye esta semana en París supone una de las pocas citas internaciones a las que Europa acude casi relajada porque lleva los deberes bastante bien hechos en materia de proteccción medioambiental y de lucha contra el cambio climático. Es más, la principal preocupación de Bruselas es quedarse sola en la vanguardia de una transición energética que supone un importante coste para los hogares y empresas europeas.

La UE intentará que el próximo viernes salga de París un compromiso que equipare los costes de producción de otros países (en particular, EE UU y China) con los del Viejo Continente. El acuerdo quizá no evite que la temperatura suba más de dos grados centígrados, pero, al menos, eliminará la desventaja comparativa que daña la competitividad de la industria europea.

Gorrones

La UE teme, sobre todo, que en la recta final de las negociaciones en París algunos países se retraigan en sus compromisos a la espera de que el resto asuma una mayor rebaja de las emisiones de C02. Las ofertas previas presentadas por las principales delegaciones antes de la reunión en Francia ya muestran ese regateo a la baja. Y según los cálculos de la Agencia Internacional de la Energía, la suma de todas esas propuestas aboca a un aumento de la temperatura global de casi tres grados, es decir, muy por encima de los dos grados que se han marcado como objetivo las partes de la Conferencia de Naciones Unidas sobre cambio climático.

Casi vinculantes

Europa defiende que los objetivos de reducción de emisiones que se marquen en la cumbre sean vinculantes. Pero a sabiendas de que EE UU no aceptará un Tratado obligatorio, Bruselas se muestra dispuesta a “discutir modelos innovadores” sobre la aplicación del futuro protocolo de París. La Unión ya ha hecho gala de imaginación en su propia política y se ha fijado la meta obligatoria de cubrir un 27% de su consumo energético con fuentes renovables en 2030, pero no ha traslado ese ojetivo a compromisos nacionales.

Quién paga

La transición hacia un modelo energético que permita eliminar los gases con efecto invernadero en el año 2100 no es barata. Y los países en vías de desarrollo reclaman ayudas para poder acometerla con ciertas garantías. Los países ricos han prometido ayudas por valor de 100.000 millones de dólares hasta 2020 y, según cálculos de la OCDE, ya se han movilizado más de 60.000 millones.

La Unión Europea es uno de los principales contribuyentes. Solo en 2014, según la Comisión, las arcas públicas nacionales y comunitarias destinaron 14.500 millones de euros para ayudar a los países pobres a reducir las emisiones.

Pero la factura no ha hecho más que empezar. Bruselas admite que el coste de la transición energética será billonario y es probable que los países menos desarrollados reclamen fondos adicionales para cumplir su parte.

Una gota

La UE ha cumplido con creces los objetivos marcados por el Protocolo de Kioto en 1997. Y los 15 socios que entonces formaban parte del club han reducido en un 14% sus emisiones en relación con 1990, frente al 8% comprometido. Las emisones europeas tocaron techo en 1979. Incluso EE UU, que se retiró de Kioto en 2001, ha contenido las emisiones de C02, y allí tocaron techo en 2005. Pero esa mejora se ha visto neutralizada por el aumento en otras partes del mundo (Asia, en particular) y las emisiones totales entre 1990 y 2012 aumentaron un 50% hasta las 54.000 millones de toneladas anuales, según datos del servicio de estudios del Parlamento Europeo.

La UE, que solo supone un 10% de las emisiones mundiales totales, reclama en París el compromiso de los países emergentes para evitar que la suma del nuevo Protocolo vuelva a ser incluso menos que cero.

Patronal, protagonista

La patronal europea (agrupada en torno a la asociación BusinessEurope) se ha convertido en uno de los actores más interesados en la conferencia internacional sobre el clima. Los empresarios han reclamado por escrito a la Comisión Europea que defienda en París el derecho de las empresas a ser parte activa del nuevo acuerdo, frente al empeño de algunas delegaciones de convertir al sector privado en un sujeto paciente y silencioso.

La patronal europea aboga por un acuerdo vinculante para todas las partes, y con un reparto de esfuerzo similar para todas las principales economías del planeta. Los empresarios creen que ese tipo de acuerdo sería un estímulo para la inversión en un mercado de bienes y servicios medioambientales que ya mueve, según sus cálculos, más de 4,8 billones de euros en todo el planeta. Un negocio llamado a multiplicarse si París se cierra este viernes con éxito.

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