La exportación revisa el modelo productivo
El déficit en los intercambios comerciales de la economía española con el exterior puede rondar este año un 2% del PIB, algo más de los 20.000 millones de euros, tras haber vendido fuera de las fronteras bienes por valor de 250.000 millones de euros (nada menos que el 24% del PIB ) y haber comprado por unos 270.000 millones (un 26% del valor de la producción), lo que da idea de dos cosas. Primero, del alto grado de internacionalización de la economía, muy superior al existente antes de comenzar la crisis económica; y segundo, de lo reducido del desequilibrio comercial, cuando hace solo un decenio superaba los cien mil millones de euros (94.160 millones en el año 2008).
A esta reducción tan abultada del saldo comercial negativo, que ha estado en algunos meses incluso en valores positivos si se exceptúan las compras energéticas, (esto es, la balanza comercial no energética) han contribuido cuestiones coyunturales con un peso específico determinante, como es el caso de la debilidad de la divisa española (el euro) en el último año, o el desplome del precio del petróleo, un producto del que España tiene una elevada dependencia. A ello hay que sumar la fortaleza creciente de la demanda en los países europeos, con los que las empresas españolas mantienen mayores volúmenes de intercambio. Las tres variables (precio del euro, precio del petróleo y demanda europea) mantendrán su tendencia en los próximos trimestres, lo que supone que las cifras del comercio exterior se mantendrán cerca del equilibrio. Pero la variable más importante, la que más ha aportado al restablecimiento del equilibrio comercial y la que es imprescindible preservar para el futuro, es la reducción de los costes de producción de los bienes exportables.
Ahí radica una buena parte del giro que el modelo productivo español ha generado en los últimos años, y que debe mantenerse si se quieren conservar o mejorar las cuotas de mercado en el exterior, el crecimiento económico saneado y la generación de empleo de calidad. Para apreciar cuan importante ha sido el peso de este ejercicio de competitividad de la economía basta recordar que pese al fuerte crecimiento de la demanda interna y del PIB, con tasas que triplican a las europeas, el saldo comercial negativo es muy limitado, muy cercano al equilibrio, mientras que en el pasado todo avance acelerado de la demanda interna se cubría con importaciones y descuadraba la cuenta comercial.
Esta ganancia de competitividad, que hay que mantener con el control de precios y mejoras en los productos, ha permitido que España pueda encadenar también un lustro de superávit por cuenta corriente y que pueda reducir la deuda externa hasta los valores del 90% del PIB, muy alejados del óptimo (35%), pero más gobernables y financiables que aquellos que hasta hace poco rondaban el 100%.