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Columna
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La austeridad de Catar

El gobernante de Catar, el jeque Tamim Bin Hamad al Thani, dijo a sus súbditos el martes que deben prepararse para tiempos más difíciles. Tras el derroche de una década que vio a Catar comprar participaciones significativas en empresas como Volkswagen AG, Barclays y Glencore, la austeridad no solo se sentirá en Doha.

La riqueza petrolera ha hecho que los cataríes estén entre las personas más ricas del mundo, con un PIB per cápita cercano a los 100.000 dólares (unos 92.000 millones de euros), según el Banco Mundial. Pero, tal y como aseguró el jeque Tamim, eso ha animado a los cataríes a derrochar. Podría decirse que el mayor ejemplo es su fondo de riqueza soberana, que se piensa que cuenta con 334.000 millones de dólares en activos. El año que viene, Catar podría caer a un déficit presupuestario, el primero en 15 años.

Las participaciones en grandes empresas parecen cada vez más innecesarias. Aunque el fondo compró en el fabricante de automóviles Volkswagen, el banco británico Barclays y el comerciante suizo Glencore en circunstancias inusuales, podría decirse que las ha mantenido demasiado tiempo. Sobre el papel ha perdido 8.000 millones de dólares en estas tres participaciones en el último año.

Los gerentes del fondo están cabreados por estas pérdidas, según una persona que trata con ellos directamente. Teniendo en cuenta que el jeque Tamim –que en última instancia es su jefe– está alentando una mayor cautela financiera dentro de su emirato, presumiblemente lo mismo se extenderá a su inversión en el extranjero.

Golpeado por su reciente experiencia en Europa, el fondo busca una mayor estabilidad en Estados Unidos, donde la economía, al menos, es más predecible. Aunque tenga suficiente dinero en efectivo para hacerlo depende de los precios energéticos. A los cataríes se les está diciendo que esperen menos limosnas. Las empresas y los fondos que se han beneficiado de la generosidad del país deberían hacer lo mismo.

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