La inversión, entre el ciclo y los dividendos
A tres meses del final del ejercicio, y tras haber tocado máximos desde hace varios años en los meses pasados, el Ibex 35, el índice selectivo de las Bolsa española, que agrupa a las empresas con más liquidez y a la vez más sólidas del país, está en pérdidas anuales. La evidente mejora de la economía, de las condiciones de financiación de los negocios y de la inversión y consumo de los particulares, y del esperado efecto virtuoso de la expansión cuantitativa aplicada por el Banco Central Europeo, no ha sido argumentario suficiente para que los inversores hayan apostado fuerte por las cotizadas españolas. Los aires húmedos del exterior, de diversas naturalezas, han empañado las buenas perspectivas bursátiles para este año y mantener las apuestas para el próximo ejercicio sigue teniendo elevadas dosis de riesgo. Primero, la crisis geopolítica del este de Europa, después, la severa desaceleración de los países emergentes, con una onda expansiva muy consistente desde China, el temor de una subida de tipos de interés en EE UU, que se mueve a paso cambiado a continuación, la explosión de la crisis de Volkswagen, por último... han condicionado el marchamo de los mercados.
El temor a la desaceleración del crecimiento mundial se ha confirmado en los últimos trimestres, con un efecto de doble filo sobre las economías avanzadas. La pérdida de demanda emergente daña las ventas y el crecimiento de los países OCDE, pero el desplome asociado que conlleva en los precios de las materias primas alivia las balanzas comerciales, liberando renta para el mercado interior. Ese es el caso de España, que se ha encontrado con un alivio energético que proporciona un plus de renta y demanda en sus hogares y empresas que puede catapultar el crecimiento.
Ese simple acontecimiento mantendrá para España en 2016 un crecimiento adicional al de sus socios europeos, al igual que este año, lo que supone un aliciente para el negocio de las compañías domésticas de carácter cíclico, que mejorarán sus cuentas de resultados. Alimentarias, distribuidoras comerciales, turísticas, banca y energéticas pueden suponer una oportunidad de inversión para 2016. Únicamente las dudas sobre el mapa parlamentario tras las elecciones del 20 de diciembre, con el riesgo de un giro radical en las políticas económicas, inyecta incertidumbre sobre el crecimiento y el empleo, así como en su reflejo en el negocio de las empresas y su desempeño en los mercados bursátiles.
Y en ese elemento están poniendo los analistas del mercado el interrogante en los últimos meses, más que en los riesgos de ruptura de Cataluña, que no se han atenuado tras las elecciones pese a que el pretendido carácter plebiscitario de los comicios dejó claro que hay una mayoría de catalanes que no quieren romper su integración en España.
En todo caso, pase lo que pase en las elecciones, y aunque los analistas interpreten que no es lo mismo que el sesgo electoral sea uno u otro, la vida seguirá le toque a quien le toque la lotería en diciembre y las empresas tendrán que seguir luchando por sus cuotas de mercado en enero próximo, como hicieron en el pasado. Mejor para todos, en todo caso, si la gestión de la economía les facilita la vida, porque de ello dependerán decisiones de inversión corporativa, como las de gasto e inversión de los particulares o la evolución de la actividad.
Pero los inversores deben mirar muchas cosas más para tomar sus decisiones. El mercado no se limita a España, aunque el país se haya convertido de nuevo en una buena oportunidad para el dinero. En nuestras páginas mostramos hoy una buena colección de carteras de sociedades que operan aquí, pero también de empresas que tienen sus mercados en los grandes países europeos. Disponer de una equilibrada implantación geográfica, con diversificación y ausencia de países de riesgo, es una buena oportunidad para los inversores, como lo es trabajar en negocios regulados que proporcionan recurrentes dividendos a los socios. Y para quien quiera más riesgo, volver a las empresas que la crisis de los emergentes ha desplomado puede proporcionar, aunque sea en el largo plazo, retornos más sustanciosos. A fin de cuentas, los emergentes tratarán de corregir sus deficiencias más pronto que tarde, pues saben que de mantener altas tasas de crecimiento depende en buena parte su estabilidad social y política.