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Columna
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Riesgos y retornos de la inmigración

La migración descontrolada es emotiva, aterradora y complicada. También es análoga a una antigua prueba de las finanzas. En ambas esferas, los elevados rendimientos atraen nuevas entradas que amenazan al cómodo estado de operadores tradicionales. Las posibles respuestas son también similares: excluirlos de la competencia o encontrar nuevas y mejores formas de beneficiar a todos.

Para las personas desesperadas que huyen de países asolados por la guerra como Siria, la próspera Europa tiene un atractivo obvio. También hace que los inmigrantes económicos busquen de mejores puestos de trabajo –incluso con un crecimiento del 1,3% de la Unión Europea y una tasa de desempleo del 9,5%–.

Votantes y políticos tienen preocupaciones más complejas que los inversores, como la protección de la identidad cultural y el espacio vital. Pero sus opciones son similares: excluir a la competencia o vivir con ella. La valla de alambre de espino de Hungría a lo largo de su frontera con Serbia es un ejemplo de lo primero, es poco probable que tenga éxito. La canciller alemana Angela Merkel parece tener un mejor enfoque. A la vez que pide a otros estados miembros que compartan la carga, pidió a sus propios ciudadanos que fueran flexibles y abiertos.

Europa no está indefensa. El avance del mercado único de servicios y finanzas corporativas puede generar otras ganancias económicas. Los países de menor tamaño con sistemas financieros menos desarrollados –como Eslovaquia– se beneficiarían de forma desproporcionada.

La crisis migratoria todavía podría crear divisiones económicas y un extremismo político peligroso. Pero si los líderes pueden ver más allá de la demagogia xenófoba, la inmigración también podría actuar como un estímulo para una mejor productividad –y unas economías más fuertes–.

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