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Columna
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La imposible trinidad de China

Pekín puede retorcer las leyes de la economía, pero no puede romperlas. La guerra de divisas da a China espacio para salir adelante con tres objetivos: unos menores tipos de interés, un yuan estable y una cuenta de capital razonablemente abierta. Pero conciliar lo que los economistas han denominado la trinidad imposible escapa a su alcance.

El 26 de agosto, los inversores de las Bolsas chinas parecían incapaces de decidir si el recorte de tipos que había llevado a cabo el Banco Popular de China era una píldora o veneno. La ansiedad muestra el duro camino que hay por delante. Si los inversores concluyen que unos tipos de interés más bajos y unas normas crediticias más relajadas señalan a un incremento en la oferta de dinero, podrían sacar más capital del país.

La “trinidad imposible” teoriza que los países no pueden controlar simultáneamente la política monetaria y el tipo de cambio, a la vez que dejan libertad al flujo de capitales. Esto da a las autoridades chinas muy pocas opciones. Si quieren fijar unos tipos de interés más bajos y a la vez mantener la promesa del ministro Li Keqiang de una moneda estable tendrán que considerar el bloqueo de capital.

Un renacimiento en el crecimiento económico podría revertir los flujos de salida, pero una economía global sin brillo y los problemas de exceso de capacidad productiva y deuda excesiva hacen que sea algo difícil de lograr. A corto plazo, la mejor esperanza de China puede ser que sus problemas económicos continúen reverberando en los mercados mundiales para que la Reserva Federal se abstenga de subir los tipos de interés.

Mientras, la única forma en que Pekín puede mantener la apariencia de divisa estable es defender el yuan vendiendo sus reservas. El fondo es grande para ayudar al país a escapar de la trinidad imposible durante un tiempo, pero no lo suficiente como para revertir la salida de capitales.

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