La mejora del músculo industrial
Una vez más en la historia de la economía, esta crisis ha servido para constatar cómo la industria presenta una fortaleza cuando vienen mal dadas. No solo en términos de negocio, sino muy especialmente en lo que se refiere al empleo, y más si el mercado laboral en que se mueve está dotado de la siempre beneficiosa flexibilidad. En el caso español, sin embargo, los servicios representan dos tercios del producto y su peso en el total de la economía ha crecido aún más con la crisis. Una explicación está en el tirón del turismo extranjero, que tras el extraordinario desempeño récord de este julio se encamina a una nueva marca histórica que puede dejar atrás incluso las más optimistas previsiones del Gobierno –prevé que los 65 millones de viajeros del pasado año, cifra inédita hasta entonces, lleguen el presente ejercicio a 68 millones–. Pero, también en la creciente actividad de los servicios no turísticos, como la ingeniería, la consultoría o los financieros. Y mientras, la industria iba en dirección contraria, cediendo actividad y empleo.
Esta evolución ha tenido su reflejo en un desplome en la utilización de la capacidad instalada, que en 2009 cayó diez puntos, hasta el 70%, un nivel en el que se mantuvo durante casi cuatro años, hasta mediados de 2013. Solo entonces comenzó a remontar. La buena noticia es que esa tendencia se ha mantenido durante dos años seguidos y al comenzar este tercer trimestre ha alcanzado un nivel del 77,7%, lo que supone regresar a las cotas previas a la crisis.
El crecimiento del PIB y la recuperación del consumo y de los intercambios comerciales han reactivado la actividad industrial. A la cabeza de este impulso están tres sectores punteros en los que la industria española ha demostrado su capacidad para competir: la automoción, los bienes de equipo y la alimentación. Tres campos en los que está muy consolidada, pero que a la vez presentan inmejorables oportunidades para crecer.
CincoDías dedicó en 2014 el extra de su 36 aniversario a Cómo recuperar la industria. En sus páginas recalcábamos que si algo han mostrado los años duros ha sido que “los países con un mayor músculo industrial no solo han resistido mejor los embates de la crisis, sino que tienen un futuro más claro el día después”. Nos ratificamos al cien por cien en esa afirmación y nos congratulamos de que los datos avalen la evolución en esa dirección. Y sobre todo porque lo más destacable de este rearme industrial es que está teniendo un impacto directo también en la tan necesaria creación de empleo. Todo ello nos lleva a insistir en que el apoyo a la industria sea una prioridad política de primer orden. Y no por la ineficaz vía de la subvención, sino entendida siempre como generadora del marco adecuado para que las empresas industriales se desarrollen y creen empleo y riqueza.