Por un modelo energético fiable
Más allá del rifirrafe político y del evidente oportunismo post-pre-electoral, el ruidoso enfrentamiento abierto en torno al cementerio nuclear de Villar de Cañas vuelve a poner sobre la mesa la necesidad de abordar un debate de fondo: a qué modelo energético aspira España. Los últimos años han sido una especie de montaña rusa diabólica con prioridades radicalmente cambiantes cada cierto, no demasiado, tiempo. De ahí el auge y caída de las energías renovables, los vaivenes de las nucleares, el papel de las hidráulicas, el desmán y posterior ajuste del déficit eléctrico, y un largo etcétera. En suma, un panorama que no ha invitado a la tranquilidad ni a los usuarios, ni a las empresas, ni a los inversores. Y todo ello, en un entorno internacional en el que la redefinición de ese modelo energético está también en plena ebullición con la aparición de nuevas fuentes y tecnologías (el shale gas, por ejemplo) y con el siempre complejo factor geopolítico merodeando. Por todo ello, no parece el momento más adecuado para enfrascarse en escarceos políticos de segunda. Más bien es el momento de poner en marcha un gran pacto político y social sobre energía que dé a luz un marco que transmita tranquilidad a corto, medio y largo plazo a usuarios e inversores. Aunque tal vez sea demasiado pedir, pues todos los implicados parecen tener puestas solo las gafas de cerca.