Swatch, la revolución en plástico y color de las relojeras suizas
La dura competencia asiática hundió a las relojeras suizas en los años setenta y ochenta Hasta que a un emprendedor se le ocurrió introducir el plástico manteniendo el estilo
No necesita presentación. Pese a ser una de las relojeras suizas más nuevas (las hay con siglos de edad), Swatch probablemente sea la más popular de todas. Eso se debe a la revolucionaria idea en la que se fundamentó su estrategia desde el principio: hacer accesible la precisión made in Suiza.
Cronología
1983. Arranca la historia de Swatch. La irrupción de las marcas asiáticas amenazaba el tradicional modelo de fabricación suiza. La utilización del plástico para renovar un producto visto como antiguo fue un acierto.
1984. El 75% de los relojes producidos en todo el mundo son de cuarzo y están armados en Hong Kong. La compañía Swatch se revela contra esta tendencia.
1990. Nace el club de coleccionistas de Swatch, con beneficios exclusivos para sus socios.
1994. Hayek está decidido a diversificar su negocio. Con esa intención crea junto a Mercedes los coches compactos Smart.
2006. Tan solo 23 años después de su nacimiento, la marca alcanza la redonda cifra de 333 millones de unidades producidas.
2013. La firma celebra su 30 aniversario asistiendo por primera vez a Baselworld, la feria anual del lujo y la relojería más importante del mundo.
La repentina aparición en 1983 de un reloj de plástico fabricado en el país de los Alpes, y asequible, sorprendió a todo el mundo. Acababa de nacer un nuevo concepto. Nada que ver con el arquetipo de reloj suizo de finales de los años setenta, que solía ser una auténtica obra de arte por el minucioso trabajo que llevaba detrás. Se consideraban piezas únicas y muy valiosas para medir el tiempo. Pasaban de una generación a otra con un incalculable valor sentimental, igual que las joyas de la familia.
Con un movimiento mecánico artesanal y complicado, era el reflejo de una cultura en la que los cambios solo llegaban tras prolongadas deliberaciones. Esa falta de velocidad ante los cambios pasó factura cuando, de la noche a la mañana, el mercado se llenó de relojes asiáticos con movimientos de cuarzo.
Eran exactos, la mayoría de ellos, al menos, tanto como los mejores relojes mecánicos, y además eran baratos. Ya no era necesario ahorrar durante mucho tiempo para hacerse con un reloj de pulsera fiable. En pocos años, el valor de las exportaciones de relojes suizos se redujo a la mitad. La cuota de mercado de los relojes suizos disminuyó de un cómodo 50% a un inquietante 15%, y la competencia asiática redujo el número de relojeros en Suiza de 90.000 a menos de 25.000.
Fue en este escenario en el que desembarcó Nicolas G. Hayek. Su principal idea fue producir un segundo reloj, un accesorio económico de joyería (con un precio inferior a los 40 euros) bien trabajado que fuese elegante, emocional, provocador, seductor... moderno.
Como no costaba una fortuna, el consumidor después de un segundo reloj se atrevía a hacerse con un tercero y un cuarto. Y así empezó la historia de Swatch. En 2006, la compañía celebró la fabricación del reloj número 333 millones y, hoy en día, Swatch es una de las principales marcas del mundo, conocida por sus relojes de colores vivos.
Calidad suiza de plástico
Los primeros relojes de Swatch se vendían como calidad suiza de plástico. Desde entonces, la marca ha utilizado gran variedad de materiales: desde plástico, acero inoxidable y aluminio hasta tejidos sintéticos, caucho y silicona. La compañía sigue buscando hoy en día nuevos modos de aplicar texturas y colores en una enorme variedad de formas. Los diseñadores inventan y utilizan todas las innovaciones que ofrece la tecnología. Gracias a la drástica reducción del número de piezas, denominada internamente Revolución 51, los métodos de montaje y las tecnologías de embalaje especial, los relojes Swatch no pasan inadvertidos en las tiendas.
Una nueva forma de vender
La introducción del plástico en una industria que tradicionalmente trabajaba materiales nobles no fue la única innovación de Swatch. Las ventas de la compañía siguen la estrategia de comercio creativo. La firma dispone de múltiples tipos de tiendas: desde las que distribuye exclusivamente relojes Swatch hasta las insignia. Pero también tiendas dentro de tiendas y tiendas de tipo quiosco repartidas por todo el mundo.
En 2013, Swatch celebró su 30 aniversario asistiendo por vez primera a Baselworld, la feria anual de relojería y del lujo más importante del mundo. Este hito da una muestra del prestigio acumulado por la compañía.
Aunque la marca sigue muy alejada de los productos de lujo. No es poco común que el primer reloj de un niño sea un Swatch. Su gama Flik-Flak lleva lustros produciendo productos virtualmente irrompibles para el uso y disfrute de los más pequeños.
Sigue siendo reconocible por su estilo, anclado en la cultura pop. Por sus diseños han pasado artistas como el cineasta Spike Lee, el arquitecto Renzo Piano o el pintor Mimmo Paladino, responsables de algunas de sus ediciones especiales. Ese es otro de los secretos del éxito de la relojera: seguir sacando más y más versiones de sus modelos. Siempre con un denominador común: el derroche de color.
El gran imperio de la relojería
Swatch es hoy un gran grupo de empresas con presencia en todo el mundo. Supo crecer en un momento en el que las relojeras suizas estaban en decadencia, lo que le acabaría abriendo las puertas a crecer con una política de compras, posicionándose en la gama del lujo.
Omega, Longines, Tissot, Breguet, Blancpain, Jaquet Droz, Glashütte-Original, Léon Hatot, Calvin Klein, Certina, Mido, Rado, Pierre Balmain o Hamilton son algunas de las marcas integradas en el imperio Swatch, a las que hay que añadir Flik-Flak.
Según crecía el grupo, su fundador tuvo la visión de diversificar el negocio. Teléfonos, joyas, perfumes y hasta una marca de coches (creó junto a Mercedes la firma Smart, de la que salió poco tiempo después) son algunas de sus apuestas de negocio más conocidas.