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Juncker y Tsipras se salen con la suya

Los analistas siguen dirimiendo quién ha cedido y cuánto para llegar al principio de acuerdo entre Grecia y el resto de la zona euro. Mientras lo deciden, parece claro que Jean-Claude Juncker y Alexis Tsipras se han salido con la suya.

El presidente de la Comisión Europea y el primer ministro griego habían empeñado en la negociación gran parte de su capital político y han maniobrado hasta el final para no perderlo.

Su relación ha atravesado momentos de tensión y han llegado acusarse mutuamente de tergiversar los hechos y a poner en duda su amistad. Pero al final Jean-Claude Juncker y Alexis Tsipras se han entendido. O no les ha quedado más remedio que entenderse.

Tsipras se jugaba (y se juega) tanto el futuro de su Gobierno como su propia carrera política. Jean-Claude Juncker está de vuelta de casi todo, menos del riesgo de empañar su historial europeísta con el baldón de una ruptura del euro.

En los siete meses que lleva como presidente de la Comisión, Juncker ha estado desaparecido en la trastienda la mayor del parte del tiempo, pegado a un teléfono móvil con línea directa hacia Berlín, París, Fráncfort y Atenas.

El luxemburgués es el único líder europeo que ha estado prácticamente en todas las reuniones conocidas sobre el rescate de Grecia, desde la cena con Merkel y la troika en Berlín a los múltiples encuentros con Tsipras en Bruselas. Este lunes, también vigiló muy de cerca los regateos técnicos que llevaron hasta un principio de acuerdo que podría sellarse a final de esta semana.

A la sombra de Juncker ha ejercido de maestro de ceremonias su sibilino jefe de gabinete, Martin Selmayr. Ese funcionario europeo (alemán para más señas) encarrilaba las negociaciones el domingo por la noche con un tuit, aparentemente inocente, en el que daba la bienvenida a la última propuesta de negociación presentada por Tsipras.

"Cómo no le iba a gustar la propuesta, si el gobierno griego la había hecho a cuatro manos con él", señalan fuentes europeas conocedoras de los contactos entre el equipo de Juncker y el de Tsipras.

El conchabeo no pasó desapercibido en Berlín. Y el ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble, no sólo rechazaba ayer por la mañana la oferta, sino que advertía también contra "personas no autorizadas que alientan el optimismo", en una aparente crítica al jefe de gabinete de Juncker.

Poco después, Schäuble comprobaba que lo que no estaba autorizado ayer era el pesimismo. El presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, probablemente muy a su pesar, tuvo que leer en público poco antes de la cumbre de la zona euro una declaración de elogios sobre la propuesta griega que anticipaba el visto bueno de los lideres europeos.

Antes de la medianoche, Merkel, Hollande y compañía salieron en tromba para dar prácticamente por hecho el acuerdo con Atenas, a la espera de que la troika revisase los detalles.

Sólo el FMI se ha atrevido a desmarcarse y ha planteado objeciones a unos ajustes que considera claramente insuficientes. Demasiado tarde, probablemente, porque el plan negociado por Juncker y Tsipras ya parece imparable, salvo que lo aborten el parlamento griego o el alemán.

El primer ministro griego regresa a casa con un compromiso que intentará "vender" a los miembros de su partido. Ha cedido en algunos puntos (pensiones, IVA...), pero sólo en el último momento y ante las instancias más altas de la UE, con los líderes de la troika (Juncker, Draghi y Lagarde) en la sala. Nada que ver con la etapa anterior, cuando funcionarios de tercer nivel cursaban las órdenes a Atenas por email.

Imagen: Juncker y Tsipras, en la sede de la Comisión Europea, antes de la cumbre extraordinaria de la zona euro, 22-6-2015 (tomada del servicio audiovisual de la CE).

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