Espejito mágico
Estábamos enfadados, crispados, pasándolo mal. Hemos votado con una mezcla de resignación, temor y esperanza que ha configurado un nuevo escenario, más novedoso en las formas que en el fondo. Si nos miramos en el espejo de los resultados, podremos reconocernos en nuestro reflejo. Con nuestros votos, hemos decidido castigar al PP, no premiar al PSOE, apostar selectivamente por Podemos, comenzar a probar a Ciudadanos y pegarle un palito al proceso soberanista catalán. Al final, instituciones sin mayoría que forzarán al juego de pactos. Y en España, decir pactos, significa, a la hora de la verdad, la unión de todos contra el PP. Porque escuchamos a los portavoces de las izquierdas, nuevas y viejas, proclamar a los cuatro aires que lo más importante es echar al PP de los Gobiernos y bostezamos. Lo mismo de siempre, pues. ¿Esa era la nueva política que nos traía Podemos? ¿Ese el esfuerzo de regeneración de PSOE e IU? Todavía es pronto para juzgar, pero si las cosas terminan siendo como parecen, tendremos coaliciones multicolor cuyo principal programa será el desalojar al que ahora lo ocupa, independientemente de que haya sido el más votado o no. Al modo de Lampedusa, hemos cambiado todo para no cambiar nada.
Tendremos coaliciones multicolor cuyo principal programa será desalojar al que ahora ocupa el poder
El PP ha hecho casi todo lo posible para perder las elecciones, sacudido por mil casos de gravísima corrupción sin paliativos y castigado por una convalecencia económica prolongada y dolorosa. Es cierto que la economía mejora, pero también lo es que la población no lo percibe, vapuleada por los envites de una crisis cruel e inmisericorde. Prometieron bajar los impuestos y los elevaron como jamás vieran los tiempos; criticaron los altos déficits y el endeudamiento suicida y terminan la legislatura sin cumplir sus límites y con un endeudamiento estratosférico. Encontraron una situación penosa, eso es verdad, pero ¿quién dijo que gobernar fuera fácil? Por no querer irritar a nadie, has terminado por enfadar a todos. Pero una vez afirmado esto, no cabe duda de que Rajoy ha sido el presidente que ha tenido que enfrentarse con la situación más difícil. Una economía que agonizaba a punto de la intervención; una desconfianza extrema de nuestros socios europeos y de los mercados hacia todo lo que oliera a español; un gravísimo e irresponsable desafío independentista en Cataluña y unos casos de corrupción que golpeaban al núcleo duro del partido. Con esos endiablados ingredientes, Rajoy tuvo que aderezar el guiso de la legislatura. Y en su honor, al menos la terminamos con crecimiento económico y de empleo y una confianza reconquistada ante nuestros socios europeos. El PP se merecía un castigo, pero no una enmienda a la totalidad. Por eso, lo hemos votado mucho menos, pero lo hemos dejado como partido más votado. Y atención, si la recuperación económica continuara, los casos de corrupción se aplacaran y los nuevos partidos no acertaran en su política de pactos, el PP volvería a ganar las elecciones generales sin mayoría, pero con más votos y mejor porcentaje de los que obtuvo el pasado domingo. A esa esperanza se agarrarán sus líderes, a la espera de la evolución de los acontecimientos.
El PSOE ha obtenido un sí pero no; un te quiero, pero no me fío; una tibia confianza, una solapada desconfianza. Aunque Pedro Sánchez sale algo reforzado de estas elecciones, no le hemos otorgado el suficiente apoyo como para que pueda presentarse como la alternativa efectiva. Mediante una política de pactos arrebatará mucho poder al PP, aun a costa de ponerse en manos de otras fuerzas minoritarias que correrán un gran riesgo en este abrazo del oso. Al PSOE le interesan los pactos, porque evidenciarían su capacidad de liderazgo en la izquierda. Para Podemos estos pactos supondrían, sin embargo, un alto riesgo. Si al final terminan siendo la muleta del PSOE –prototípico representante junto al PP de la denostada casta–, ¿cuál es su mensaje de regeneración? Para ese viaje no necesitábamos alforjas, pensará, con razón, más de un castizo.
Los partidos pactarán atraídos por la miel del poder, pero con un ojo puesto en las generales
Bienvenidos a la realpolitik, queridos amigos de Podemos, se regodean en los cuarteles socialistas. Si queréis a Carmena en el ayuntamiento ya sabéis, chicos, a apoyar a Susana en Andalucía. Ya vestiremos el santo para que parezca que cumplís con vuestro programa. Y un Podemos domesticado es un Podemos desactivado, casta fresca que con casta vieja se paga. Podemos ha obtenido un éxito importante aunque selectivo, hermoseado por sus brillantes resultados en Madrid y Barcelona, ahí es na.
Los partidos pactarán atraídos por la miel del poder, pero con un ojo puesto en las generales a la vuelta de la esquina. Nos tememos que más pendientes del que dirán que de la ambición de una gestión ejemplar. Si los tripartitos varios no han funcionado hasta ahora, el horizonte que oteamos nos inunda de melancolía, perdida toda esperanza de Gobiernos útiles y eficaces. Tendremos ejecutivos de cartel y de postal más que de resolución de nuestros problemas. Y si no, al tiempo.
Ciudadanos ha sacado un buen resultado, sin terminar de enamorarnos. Estos próximos meses conoceremos más de su programa y de sus gentes, y sorpresas, buenas y malas, nos llevaremos. No lo tienen fácil de cara a la política de pactos. Si apoyan al PP, malo; si no lo hacen, peor.
Hemos votado en bendita libertad, aunque la criatura que hemos engendrado sigue sin gustarnos demasiado. Espejito mágico, espejito mágico, dinos cómo somos en verdad, porque no terminamos de gustamos en el reflejo que nos muestras.
Manuel Pimentel es presidente de la AEC
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