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Las tasas han crecido un 60% desde 2012

Los precios de un crédito

Estudiar en una universidad española resulta más caro que en Alemania, Francia o Suiza El modelo presenta desventajas para los bolsillos menos pudientes

Manuel G. Pascual

"Mi carrera es de las más baratas. Me la pago haciendo algunos trabajos y con un poco de ayuda de mis padres. Pero conozco gente que lo pasa mal”. Pablo Sempere, de 23 años, acabará en junio Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid. Su primer curso le costó unos 750 euros. Este último casi el doble: en torno a los 1.400. Entremedias, ha entrado en vigor una reforma legislativa, la Ley de Racionalización del Gasto Público de 2012, que ha disparado los precios.

El coste medio de las tasas universitarias ha crecido en España desde ese año un 60%. Según datos del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, el precio medio de la matrícula universitaria en el último curso completado, 2013-2014, en primera convocatoria en España fue de 1.105 euros. La norma de 2012 establece que los precios de los créditos deben cubrir entre el 15% y el 25% de los costes reales del curso en primera matrícula, proporción que va aumentando por cada convocatoria que se consume, hasta llegar al 90% o 100% a partir de la cuarta vez.

El resultado se ha dejado notar. España tiene el dudoso honor de contarse entre los países en los que resulta más caro estudiar. “Un reciente informe de la Unión Europea nos sitúa en el top 10 de los 33 Estados europeos. Eso nos aleja del modelo continental. Alemania, Francia y Suiza, por ejemplo, tienen precios inferiores”, apunta Juan Juliá, vicepresidente ejecutivo de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE).

Apadrine un estudiante

La sociedad no es de piedra. Conscientes de la subida de las tasas universitarias, en los últimos dos años han surgido diversas iniciativas ciudadanas para ayudar a los estudiantes a satisfacer el importe de su matrícula. Una pensionista malagueña se ofreció, en septiembre de 2013, a costear los estudios de un alumno que había abandonado la universidad por falta de recursos. La entonces presidenta del CRUE, Adelaida de la Calle, aprovechó el tirón mediático de esa acción para tratar de que las universidades canalizaran las posibles donaciones de particulares. “Es una medida de emergencia”, dijo entonces. No quedó en saco roto: la Universidad de La Laguna (Tenerife) presentó a primeros de mayo su propia plataforma de financiación colectiva de actividades, mULLtiplica.

No aprobar las asignaturas en primera convocatoria ahora tiene penalización económica, además de la curricular: matricularse por segunda vez de una materia cuesta entre un 50% y un 100% más, dependiendo del centro. “La elevación de las tasas, siempre que no vaya acompañada de más becas y ayudas, perjudica a los estudiantes con menos recursos económicos. Pero es más lógico que las segundas y terceras matrículas tengan mayores precios”, matiza Juliá.

Los estudiantes no lo tienen tan claro. “Entendemos las estrecheces presupuestarias que tiene la Administración. Pero creemos que la presión económica habría que trasladarla a quienes cursen una asignatura por tercera o cuarta vez. De lo contrario se estará condenando a quienes apuesten por las carreras más difíciles, en las que es normal repetir alguna materia”, opina Alejandro Delgado, presidente de la Federación de Asociaciones de Estudiantes Progresistas (Faest).

Compañeros del entorno de Sempere, oriundo del madrileño barrio de Vallecas, tienen más problemas para costearse los estudios. Su amigo Santiago trabaja todos los fines de semana de camarero para pagar su matrícula de Ingeniería de Minas, en la Universidad Politécnica de Madrid. El primer curso cuesta 2.000 euros, casi el doble de lo que abonó Sempere cuando se estrenó en la universidad. Fallar en una asignatura, lo que resulta frecuente entre las ingenierías, supone un extra de unos 500 cada vez. La factura acaba siendo pesada. “Trabajas el fin de semana, por lo que tienes menos tiempo para estudiar, y eso te da más probabilidades de suspender alguna”, cuenta.

La abultada diferencia de precio entre estudios es consecuencia de la norma de 2012. Mientras que una titulación de humanidades apenas requiere de materiales (además de las aulas, ordenadores y proyectores), una de Química o Biología exige laboratorios con equipos complejos. Eso se repercute en el precio. “Es posible que los estudiantes con menos recursos económicos se vean desincentivados a la hora de elegir determinados estudios”, admite Juliá.

También hay variaciones relevantes desde el punto de vista regional. Según datos de Educación, en el curso 2013-2014, el crédito costó 18,42 euros de media en España, con diferencias regionales que oscilaron entre los 11,89 euros promedio de Galicia y los 33,52 de Cataluña. Estudiar en Barcelona puede costar el triple que en Santiago de Compostela. A Sempere y sus compañeros siempre les queda la opción de mudarse.

O de convertirse en los más brillantes de la clase. Al margen de las becas, cuyo número y cuantía ha descendido notablemente en los últimos años, la única manera de rebajar la factura es sacar matrícula de honor. A quienes la obtienen se les descuenta el importe de los créditos equivalentes a las asignaturas así puntuadas. Aunque, por definición, los alumnos que reciban la máxima puntuación no pueden exceder el 5% de los matriculados en cada materia. “El modelo actual de las tasas”, sentencia Juliá, “perjudica a los estudiantes, en especial a aquellos con escasos recursos económicos”.

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Sobre la firma

Manuel G. Pascual
Es redactor de la sección de Tecnología. Sigue la actualidad de las grandes tecnológicas y las repercusiones de la era digital en la privacidad de los ciudadanos. Antes de incorporarse a EL PAÍS trabajó en Cinco Días y Retina.

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