Liderazgo global
Por Ceferí Soler, profesor del departamento Gestión de Personas y Organización
Cuando hablamos de liderazgo global, la mayoría de las ocasiones hacemos referencia a líderes occidentales que ejercen su guía de forma individual y no siempre en la mejor de las líneas.
Vayamos más allá y fijémonos en Xi Jinping. Su destino está marcado por el de su padre XI Zhongxun, un gran luchador en la guerrilla comunista de Mao Zedong que cayó víctima de las purgas de Mao en la década de los años 60 a causa de sus ideas liberales. Una circunstancia que afectó a toda la familia e hizo que Jinping fuera enviado a los campos de reeducación de Shaanxi donde enterró su juventud alejado de los centros de poder de Beijing.
Una vez las turbulencias que generaban las leyes de Mao fueron disipándose, Xi, ya libre, empezó sus estudios de Ingeniería Química en la prestigiosa y elitista Universidad de Tsinghua, al mismo tiempo que se inscribía en el partido comunista de su universidad. Su objetivo: lavar la corrupción histórica de su partido, sobre todo en las áreas rurales donde los veteranos de la etapa Mao aún tienen vestigios de su poder autocrático.
El China Studies Center of the Sidney University y el China Center of Studies in Teheran University, afirman que Xi Jinping es “el nuevo emperador del bourgeoise middle class [aburgesada clase media]” emergente en la China del siglo XXI. Este nuevo rol de Emperador se caracteriza por la cercanía con los ciudadanos, la amabilidad con la prensa y la preocupación por las políticas de medio ambiente. Xi, además, está promoviendo a nueva imagen de su partido a través de los valores sociales de Occidente, como promover fórums multilaterales para mantener la paz con sus vecinos; tener el cuidado del crecimiento económico de Asia; obsesionarse en el mantenimiento de las fronteras actuales entre los países asiáticos, y justificar... que el comunismo es el medio social y económico más adecuado para las naciones asiáticas.
Sus desafíos hoy son atender a los jóvenes comunistas del siglo XXI, a través de Internet y sus redes sociales. Hong-Kong es la prueba más cercana para observar la evolución de flexibilidad del Partido comunista y Xi Ping. Y, en su agenda, en letras rojas lleva apuntado el crecimiento moderado de su economía alrededor del 7%.
Mao Zedong transformó China en la nación actual al repartir de forma equitativa su riqueza natural en las zonas rurales; Deng Xiaoping convirtió la riqueza natural en estructuras y fortalezas sociales y económicas y a Xi Jinping le corresponde realizar su sueño y el de las nuevas generaciones de China conquistando el liderazgo global que sustituya a Estados Unidos de América.
Al otro lado del Pacífico
Mientras tanto, algo está cambiando en Occidente. EE.UU se convierte en el primer productor, importador y consumidor global de petróleo y puede fijar su precio haciendo aumentar el PIB global un 0,5%. según Thomson-Reuters. Éste puede ser uno de los pocos legados que deje Obama ahora que ha perdido poder en el Senado a manos de los republicanos en el mayor revés político de una carrera que pasará a la historia por un modelo económico incapaz de superar con rapidez la crisis económica y financiera. Ha conseguido su ambiciosa reforma del sistema sanitario, sí; pero se ha retrasado en la reforma de la inmigración, que recordamos afecta a 11 millones de personas sin documentos para vivir en USA y que ha hecho que un 17% de electores latinos dejaran de votarle.
Y Bruselas, bajo sospecha
Al tiempo, la Comisión Europea ha despertado de su letargo con la sorpresa que su nuevo Presidente Juncker ha trasformado Luxemburgo en un paraíso fiscal entre 1995-2013 y Rusia extiende su influencia en el Caspio a través de Armenia, Bielorrusia y Kazajstán. Sin olvidar el contencioso en Ucraína.
Una recomendación muy breve: consideramos clave que Occidente, Unión Europea bajo la tutela de la Sra. Merkel, ponga manos a la obra para cohesionar esfuerzos con decisiones éticas y coherentes frente al liderazgo emergente y global de XI Jinping por la única razón de congruencia futura; mejor tener el poder global repartido de forma equitativa que en manos de una sola nación.