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Columna
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Los apurados bancos griegos

Los bancos griegos han tenido un año infernal. En enero de 2014, las acciones del sector cotizaban a casi el doble de donde están ahora, impulsadas por las entradas de capital extranjero. Los tenedores de valores del Banco Nacional de Grecia, Piraeus, Eurobank y Alpha Bank podían anticipar la disminución de participaciones del gobierno y el crecimiento del crédito sano. Tras la victoria electoral de Syriza, todo está ahora en el aire.

El problema más acuciante es la liquidez. El Banco de Grecia contaba con 164.000 millones de euros en depósitos de empresas y familias en noviembre, un tercio de todos los pasivos de los bancos nacionales, pero las operaciones de las entidades quedarían mutiladas sin los 56.000 millones de euros de los fondos proporcionados por el Banco Central Europeo. El BCE ha recordado puntualmente a Atenas que la garantía utilizada por los bancos no será una opción si Grecia deja de estar en un programa de rescate. El actual expira el próximo mes.

Incluso si esa conexión no se corta, la victoria de Syriza podría llevar a los nerviosos griegos a retirar fondos. Las autoridades ya han preparado el plan de contingencia: asistencia de emergencia a la liquidez (ELA) del banco central nacional. Técnicamente, da poder y pérdidas potenciales a Atenas, pero ELA es desconcertantemente similar al apoyo actual de Frankfurt. El programa nacional puede ser cancelado por una mayoría de dos tercios del consejo de gobierno del BCE.

Nadie quiere una crisis bancaria griega, por lo que es probable que el líder de Syriza, Alexis Tsipras, proceda con cautela. La política distrae la atención del problema de la morosidad que sufren los prestamistas griegos. Sumando los créditos reestructurados, los préstamos en mora de los cuatro bancos ascienden a más del 120% de las provisiones y el capital tangible, calculan los analistas de Barclays.

Parece poco probable que el sistema bancario griego funcione adecuadamente, a menos que Syriza pueda atar los cabos sueltos en poco tiempo.

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