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Columna
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La maratón de Brasil

El nuevo equipo económico de Dilma Rousseff comenzó prometiendo apretarse más el cinturón y una menor intromisión del gobierno para calmar las preocupaciones de los inversores. El riesgo de que la presidenta de Brasil pierda fuerza a medida que las cosas se pongan difíciles, sin embargo, no se puede descartar.

Joaquim Levy, nuevo ministro de Finanzas de Rousseff, está por el momento enviando las señales correctas. El economista formado en Chicago, que recortó el gasto en un período anterior en el Tesoro de Brasil, ha dado a conocer recortes presupuestarios y subidas de impuestos destinadas a restaurar la confianza internacional en esta economía de 2,2 billones de dólares, donde se espera un crecimiento de solo un 0,5% este año. Estos incluyen aumentos de impuestos sobre el combustible, las importaciones y los créditos de consumo destinados a aumentar en 21.000 millones de reales (6.740 millones de euros) los ingresos adicionales este año, un tercio de los ahorros que Brasil necesita para cumplir con los objetivos de reducción de deuda de 2015.

El programa también incluye unos tipos de interés más altos en banco estatal de desarrollo y límites a las prestaciones de jubilación y desempleo en todo el país. Los consumidores pagarán más por la electricidad y la gasolina bajo una política menos intervencionista. Además, Rousseff ha bloqueado los esfuerzos para eximir a más trabajadores de los inicialmente previstos del impuesto sobre la renta de este año.

El real brasileño ha subido con fuerza frente al dólar desde que Levy asumió el cargo el 5 de enero, cuando comenzó el segundo mandato de Rousseff. Pero la meta está lejos y habrá obstáculos en el camino.

La disciplina fiscal en última instancia podría ayudar a financiar las inversiones en infraestructura y educación que la presidenta quiere hacer para combatir la pobreza y construir un legado. La verdadera pregunta es si tiene la resistencia necesaria para ganar la carrera económica.

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