Consolidar el empleo y mejorar su calidad
El motor del empleo en España ha vuelto a arrancar tras seis largos ejercicios de crisis y lo ha hecho con un ritmo no visto desde el año 2006. Los datos de cierre de 2014 certifican que la economía española creó puestos de trabajo durante el año pasado a una tasa del 2,55% anual, lo que supone que la Seguridad Social sumó un total de 417.000 nuevos cotizantes. Al tiempo que creció el empleo, el paro ha caído sustancialmente. El número de personas sin trabajo en España se redujo en casi 253.000 personas, lo que supone casi duplicar el ritmo de descenso respecto al año anterior. La cifra coloca el volumen de desempleados en nuestro país en un nivel muy similar al que existía a finales de 2011, cuando Mariano Rajoy llegó a la presidencia en pleno epicentro de una crisis cuya duración y virulencia ha superado todas las previsiones.
Un vistazo a los datos del balance que el secretario de Estado de Seguridad Social, Tomás Burgos, presentó ayer apunta a que el mercado laboral en nuestro país parece haber llegado por fin a un punto de inflexión, tras años de destrucción sistemática del empleo, y empieza el nuevo ejercicio con la consolidación como principal reto. A falta de que se confirmen los datos de crecimiento del PIB en 2014 –que según los últimos cálculos del Banco de España, se situará como mucho en un 1,4%– el empleo durante el último año ha aumentado prácticamente el doble que la producción, algo inédito en nuestra economía. Todos los grandes sectores –excepto el financiero y el de suministro de aguas y gestión de residuos– han ganado cotizantes. Ello incluye también el mercado inmobiliario, que tras un proceso de derrumbe y demolición sin precedentes, ha comenzado a generar de nuevo puestos de trabajo. El potente ajuste de los precios, la llegada de capital extranjero a través de fondos de inversión y las facilidades de instrumentos financieros como las Socimi han tenido mucho que ver con la reanimación de este sector, símbolo del crecimiento y caída de la economía española en los últimos años.
Ala vista de la radiografía que nos ha dejado 2014, el reto para el año que acabamos de estrenar es doble. Por un lado, consolidar la recuperación del mercado de trabajo y convertirla en un fenómeno no meramente coyuntural, sino estructural. Por otro, avanzar en términos de calidad –y dentro de parámetros razonables y ajustados al perfil actual de nuestra economía– de un nuevo empleo cuyas características se corresponden todavía con las de un país que ha salido de una larga crisis. En cuanto al primer objetivo, la receta no constituye un secreto. Nuestra economía, al igual que la del resto de la zona euro, debe completar su proceso de reformas estructurales, que ya ha dado buenos frutos –el empleo es uno de ellos– pero que todavía no está terminado. El sacrificio de austeridad llevado a cabo por España en los últimos años se ha traducido en una rebaja sustancial de los costes de producción en general y de los salarios en particular, así como en una mejora evidente de flexibilidad laboral, algo que explica en gran parte esta explosión del empleo producida en 2014 y que rebasa con amplitud nuestro ritmo de crecimiento.
Al proceso de reforma y liberalización de nuestra economía debe acompañar una política del Banco Central Europeo (BCE) que continúe proporcionando oxígeno a los mercados financieros, colaborando en la normalización del sistema crediticio europeo y vigilando de cerca algunos riesgos que podrían dificultar la recuperación de la zona euro, como el de la deflación. Todo ello es necesario para crear un clima económico que permita a las empresas acceder a financiación a precios razonables, aumentar sus beneficios y apostar por crear más empleo y de mayor calidad. Pese a ello, no se puede olvidar que la economía española de hoy no es la de ayer, y que el perfil de los nuevos puestos de trabajo dependerá no solo de nuestro ritmo de crecimiento, sino también de las necesidades de costes, competitividad y flexibilidad laboral de un país en el que el sector servicios tiene un peso sustancial. La hoja de ruta que España tiene ante sí para mantener y acelerar la locomotora del empleo es clara. Ahora solo resta que exista voluntad suficiente como para acometerla.