Oportunidades y riesgos para 2015
Una vez doblada la esquina del tormentoso e inquieto 2014, aparece un intenso 2015. El nuevo año amanece con una característica similar a la de los anteriores: falta de visibilidad, de certeza en el medio plazo, aderezada en esta ocasión por los diversos procesos electorales que se asoman en los próximos 12 meses. Aunque bien es cierto que en esta ocasión las bases de partida son más alentadoras, especialmente si el análisis se circunscribe a la macroeconomía. El PIB ha salido claramente de la racha bajista y ya viaja a una velocidad de crucero de crecimiento del 2% si se contabiliza en términos anuales. El sector exterior proyecta una tendencia positiva y la inflación sigue bajo mínimos, aunque con la siempre amenazante sombra de la deflación. Mientras, el turismo prosigue batiendo récords de visitantes año tras año. Incluso el empleo ha ofrecido síntomas de mejoría en los últimos meses, pero todavía claramente insuficientes, porque la tasa de paro continúa acampada en el territorio de lo insoportable y lo inadmisible, especialmente entre los más jóvenes.
Con el desempleo como principal problema de la sociedad española, hay dos factores claramente decisivos para decantar el devenir de la economía durante los próximos meses: el consumo y la financiación. El consumo privado no termina de arrancar, más allá de momentos puntuales ligados a periodos de grandes y masivas ofertas comerciales, léase los casos del Black Friday, las fiestas navideñas o las rebajas. En este punto, el Gobierno confía en que la reforma fiscal que acaba de ponerse en marcha sirva de acicate al consumo de las familias, dado que su primer efecto será un aumento de la renta disponible ya a partir de las nóminas del presente mes de enero.
La financiación es el otro gran caballo de batalla de la recuperación económica. Las entidades financieras están, poco a poco, abriendo el grifo del crédito. Sin embargo, continúa sin casar a pleno rendimiento el binomio virtuoso entre el banco dispuesto a ofrecer un crédito a una empresa con el nivel mínimo de solvencia del proyecto propuesto para recibirlo.
En cualquier caso, este escenario español va a estar mediatizado por lo que suceda más allá de sus fronteras. Y el primer hito está cercano, las elecciones anticipadas en Grecia, que se celebrarán el próximo 25 de enero. El, según todos los pronósticos, más que probable triunfo de Syriza ha generado una gran inquietud tanto en el círculo político europeo como en los centros de decisión de los mercados. Y no tanto por el efecto que pueda tener sobre la propia Grecia, sino por el contagio que se derive del protagonismo que pueda tomar el partido que pilota Alexis Tsipras. Un contagio doble. Por una parte, el meramente financiero, derivado del más que probable castigo a la deuda del país heleno. En este supuesto, la deuda de los países del sur de Europa parece ser la más expuesta, lo cual podría quebrar el excelente comportamiento de la española en los últimos meses. Por otra, el puramente político. Syriza puede servir de cabeza de puente para movimientos similares en otros países. En España, Podemos, la formación que dirige Pablo Iglesias, siempre se ha mirado en el espejo del partido griego, aunque su recorrido hasta el momento sea distinto.
En cualquier caso, antes de que llegue esa fecha, hay citas importantes, como la que ha de mantener el consejo del Banco Central Europeo (BCE) el 22 de enero. El efecto Syriza se sumará, sin duda, a los diferentes elementos que maneja Mario Draghi para adoptar o no la decisión de intervenir en el mercado con compras de deuda. Otro elemento que sobrevuela respecto a la rapidez y a la fortaleza de la recuperación es el precio del petróleo, que lleva varios días cotizando claramente por debajo de los 60 dólares por barril, culminando una vertiginosa curva descendente desde el pasado verano. La mayoría de los expertos coinciden en afirmar que esta situación del precio del crudo se mantendrá a lo largo del ejercicio, lo cual puede suponer un ahorro de unos 10.000 millones para España. Una inyección nada desdeñable en un momento en el que el Gobierno está en la obligación de mantener firme el timón de la sobriedad en el control del gasto y de huir de los siempre tentadores cantos de sirena electoralistas.