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Columna
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Los apagones de Reino Unido

Este invierno, el suministro de electricidad disponible en Reino Unido es solo un 6% superior a la demanda máxima esperada, según National Grid, la red nacional. Los expertos de la industria consideran que un coeficiente de reservas inferior al 10% se considera arriesgado. La presión podría aumentar el próximo invierno a medida que se desconecten algunas plantas de carbón cuyas emisiones interfieren con los objetivos ambientales.

La escasez de electricidad todavía conllevaría un cúmulo de sorpresas desagradables. La demanda podría ser mayor de lo previsto si la economía crece a más velocidad de la prevista. En lo referente a la oferta, las centrales eléctricas podrían sufrir problemas inesperados. Este año, tres plantas de carbón fueron devastadas por incendios y dos reactores nucleares tuvieron que ser sacados fuera de la red por motivos de seguridad. Son problemas temporales, pero en las horas punta el sistema solo puede absorber unas pocas averías.

La obsesión británica con el tiempo atmosférico puede resultar justificada por una vez. Un rato inusualmente frío podría provocar un aumento en la demanda. National Grid tiene formas de mitigar los riesgos. El operador puede recurrir a generadores para hacer que las plantas funcionen a todo gas, elevando la capacidad disponible en un 1,3%. También puede estirar el suministro reduciendo temporalmente la tensión de la red, algo que la mayoría de los usuarios apenas notaría.

Todo esto significa que incluso los apagones parciales requieren escenarios peores que los que los pesimistas están planteando. Sin embargo, años de falta de inversión han contribuido a que haya un suministro muy ajustado.

Está previsto que se conecten nuevas plantas de gas tras el invierno de 2015-16. Y a partir de 2018, los servicios públicos se pagarán no solo para generar electricidad, sino también para mantener una capacidad extra. Hasta entonces, los británicos deben apostar por inviernos suaves.

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