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Tribuna
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Gente interesada y gente interesante

Mucho se ha cacareado en los últimos años sobre el personal branding (marca personal). Sin embargo, nunca ha sido tan necesario como hoy tomarse este asunto muy en serio. El azote de la crisis ha dejado claro que vivir eternamente de una nómina se ha terminado. De hecho, no pocas empresas han cambiado su forma de reclutar y retribuir a sus empleados.

La lista de profesionales que han acabado con sus huesos en la calle a los 50 años –en plenitud de facultades y con una dilatada experiencia– sería interminable. Visto el panorama, lo que antes podría ser visto como importante hoy es imprescindible. Con esa edad, todos deberíamos tener un hueco en el mercado, un lugar donde demostrar nuestra valía.

El problema es que –como es lógico– las multinacionales se deben a sí mismas y sus ejecutivos tienen fecha de caducidad. Lo que podríamos llamar eufemísticamente obsolescencia programada. De repente, uno descubre que es prescindible, que su empresa no tiene corazón y que está en una lista negra. Pero la realidad es que tiene bastante vida laboral por delante, una hipoteca que pagar y, lo más importante, una familia que sacar adelante.

La realidad es tozuda y lo normal es que quienes han cuidado su marca personal sean capaces de sobrevivir en mitad del vendaval. Pero llegar a ser un personaje que aporta valor, que su opinión es relevante, no se improvisa. Hace falta saber un poco de marketing estratégico, ser capaz de venderse, de estar entre los influencers. Ha llegado el momento de ser creativos a la hora de venderse.

En general, me he topado con pocos directivos capaces de poner en valor su talento, su experiencia. Nadie suele ser buen vendedor de sí mismo. Sobre todo si no conoce su potencial, sus puntos fuertes y débiles. Quizá estos han estado tan liados que no han podido priorizar esta tarea. Pero ahora el escenario se ha transformado radicalmente. Un perfil bajo en la comunicación ya no beneficia a nadie.

El problema llega cuando hay que decidir en manos de quién dejar algo tan personal y delicado como la propia marca/imagen. Y aquí es fundamental distinguir la paja del trigo y la confianza. La crisis también ha multiplicado el número de vendedores de humo. Hoy hay mucha más gente interesada que interesante.

Para detectar a los interesados basta con tener un poco de olfato empresarial. Suelen ser vendedores de humo, cuya prioridad está más en el dinero que en el proyecto o el equipo. Son personas que destilan un ego desorbitado, camuflado eso sí en un discurso al estilo del pequeño Nicolás. Mucho ruido y pocas nueces.

Los profesionales realmente interesantes suelen ser personas que por su sinceridad y honestidad han quedado fuera del sistema. Aglutinan mucha experiencia, no han dejado cadáveres en el camino y se han rebelado con determinadas prácticas deshumanizadas implantadas en no pocos comités directivos. Suelen ser gente con buena cabeza y gran corazón.

Me he encontrado con no pocos directivos que hasta el momento no habían dedicado tiempo a poner en valor su talento. Ahora que se acercan peligrosamente a los 50 se han dado cuenta de que su trayectoria tendrá escaso reconocimiento en el mercado si nadie lo sabe.

Y hoy más que nunca ser titular indiscutible en un mercado saturado se ha convertido en una tarea titánica. Entre otras cosas porque nadie es imprescindible. Y menos cuando se mira el DNI antes de la experiencia.

Las multinacionales manejan los tiempos como nadie y ponen fecha de caducidad para sus empleados y directivos. Les exprimen todo lo que pueden durante lustros sabiendo que más pronto que tarde pasarán a una lista negra. Sería ingenuo pensar ahora que los grandes grupos empresariales tienen corazón, cuando en realidad lo que tienen es una cuenta de resultados de pérdidas y ganancias y unos accionistas insaciables.

Todos los directivos tienen una obsolescencia programada. Este término fue popularizado por primera vez en 1954 por el diseñador industrial estadounidense Brooks Stevens. Su objetivo es el lucro económico.

La mejor forma de afrontar este paso es estar preparados. No debería coger por sorpresa. Es algo previsto, y va a ocurrir. Nada es para siempre. Nadie se puede reinventar de la noche a la mañana, por eso es tan importante ir preparando mucho antes la red para ese gran salto mortal. La gente interesante siempre sobrevivirá.

Gabriel González-Andrío es Executive Director de THENINTH

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