La garantía de un sector exterior sólido
La mejora del PIB en el tercer trimestre de Alemania y Francia, los dos socios comerciales más importantes de España, ha servido para recomponer la deteriorada balanza comercial de nuestro país. Ello se ha traducido en un repunte de las exportaciones de casi un 10% durante el mes de septiembre, lo que equivale a su nivel más alto desde junio de 2013. Los datos suponen que por primera vez desde octubre de 2013, las exportaciones han crecido más que las importaciones y han puesto fin a tres meses consecutivos de caídas en las ventas españolas al exterior. El aumento de los pedidos relacionados con el sector de la automoción en Francia, así como la mayor demanda por parte de Reino Unido y Estados Unidos explican este punto de inflexión, al que ha contribuido también –y de forma importante– la depreciación del euro frente a la libra y el dólar.
Tanto el frenazo económico de la zona euro como la fortaleza exhibida de forma persistente por la moneda única se han convertido en los últimos tiempos en dos importantes frenos para las exportaciones europeas. Unas exportaciones que, en el caso de España, han ejercido de importante motor de la economía durante los peores momentos de la crisis y se han visto perjudicadas posteriormente por el deterioro general de la actividad europea.
Los datos oficiales revelan que, junto a la mejora del sector exterior, las importaciones también han aumentado, animadas por la bajada del precio del crudo y por un sector del automóvil que ha crecido más del 27%, entre otros factores. Las cifras muestran que la recuperación de la demanda interna, tanto del consumo como de la inversión empresarial, camina a buen ritmo, tras una larga travesía en el desierto que en los peores momentos de la crisis llegó a parecer que no tenía fin.
Pese a las buenas noticias de actividad en Francia y Alemania, los riesgos que amenazan la recuperación española siguen estando muy presentes. A día de hoy, la evolución de la economía europea es una incógnita difícil de despejar y las dificultades de la eurozona para consolidar una hoja de ruta común no están ni mucho menos resueltas. Ello constituye un problema para nuestro sector exterior, que concentra casi la mitad de sus ventas en la zona euro y que tiene la oportunidad, con la depreciación del euro frente al resto de divisas mundiales, de abordar una mayor diversificación de mercados. El abaratamiento de la moneda única constituye también un incentivo para que España aumente el número de empresas medianas y pequeñas que venden sus productos fuera de nuestras fronteras. La progresiva recuperación de la demanda interna en nuestro país es una buena noticia, pero una economía con un sector exterior potente tiene más posibilidades para afrontar el riesgo, muy presente en Europa, de otra recesión.