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A fondo

Siempre hay un Presupuesto mejor

Momento de la presentación del proyecto de ley de Presupuestos Generales del Estado para 2015. EFE/Chema Moya
Momento de la presentación del proyecto de ley de Presupuestos Generales del Estado para 2015. EFE/Chema MoyaChema Moya (EFE)

El de 2015 podría ser el Presupuesto público más aburrido de lo que va de siglo, que no significa que no cumpla la labor para la que ha sido diseñado, que la cumple, y que no es otra que dar consistencia a la recuperación de una economía anclada en la demanda privada y que suelte progresivamente amarras de la dependencia pública. Pero es aburrido, y lo tedioso no seduce. Como una máquina de trasegar embutidos, los funcionarios de Hacienda, siguiendo las indicaciones de sus jefes, han hecho casi un ejercicio de prórroga de las cuentas públicas.

Fiel a una política económica liberal que quita peso al sector público, celoso de la austeridad para que el déficit fiscal no contamine la financiación de la economía, el Gobierno sigue sentado encima de la caja de caudales y no admite bromas con los sueldos de los funcionarios (el sector privado lleva también cuatro años con los sueldos congelados o reducidos) ni con las pensiones. Hasta considera malicioso considerar que para soltar la gallina ya están las cuentas del quinto presupuesto, ese que por gracia del presidente Zapatero podrá hacer Rajoy dentro de un año para convertirlo en un placebo electoral: “Nosotros creemos en esta política; para gastar ya están otros; austeridad es que el gasto baje o crezca menos que el PIB nominal; yo no haré un Presupuesto para ganar unas elecciones: lo hago para ganar la recuperación. ¿O alguien sigue creyéndose que en 2004 perdimos las elecciones porque el gasto solo crecía un 2%?”. (Cristóbal Montoro, ayer en el Congreso, en la presentación de las cuentas). Eso lo veremos en un año; veremos el vértigo que da a quienes sabiendo que gobernar es gastar, quieran resistir la tentación del perfume electoral. Es factor común de los políticos intentar ganar las siguientes elecciones.

Pero volvamos a los números de este año próximo, que para la economía son tediosamente neutrales; unos gastos y unos ingresos que no producen interferencia alguna en la economía, que ni dan ni quitan, que es la condición natural a la que tenían que plegarse siempre los Presupuestos. Mejor que nadie espere nada de ellos, que todos se vean intervenidos por ellos, como parcialmente ocurría cuando para sujetar al Estado se estresaron los impuestos y se contrajeron casi todos los gastos.

Es de agradecer que lo proyectado contribuya a mejorar la financiación de la economía, proporcionando certezas sobre la evolución decreciente del desequilibrio fiscal, y liberando recursos para que la inversión privada eche raíz cuando se recompongan plenamente las expectativas. Pero tanto las cuentas como el entorno, en su afán de no romper nada y subir otro peldaño en la “incipiente” recuperación, se tornan de neutrales en pasivas. No explotan la verdadera capacidad que tienen para movilizar la economía. No será desde aquí desde donde se reclame más activismo del gasto público porque sí (todo lo contrario), pero sí otro gasto público.

El entorno europeo es de austeridad y molicie, y salvo providencia improbable, este año su escasa aportación al crecimiento de España y la agitación, ligerísima, de la demanda interna, nos devolverán a la cruda realidad del déficit por cuenta corriente, convirtiendo el superávit de 2013 en una anécdota. Por tanto, la incipientísima mejora del endeudamiento externo de España se habrá frenado, cuando la economía del país precisa de un alivio continuado de este desequilibrio para reducir la vulnerabilidad ante cualquier tipo de shock interno (hay riesgos) o externo (hay todavía más riesgos).

Solo el Tesoro tiene que pedir al mercado en 2015 un total de 242.76 millones de euros para echarle de comer a la bestia de la deuda en circulación y cubrir el nuevo déficit; nada menos que un 23% del PIB. Si a ello añadimos las necesidades de refinanciación de la deuda externa privada (banca y empresas), España necesita cada año que alguien le preste (o le vuelva a prestar por renovación de la línea) unos 600.000 millones de euros. Por mucho que la deuda esté emitida en euros y por muy socios nuestros que sean acreedores, como se ha visto en el pasado reciente, tenemos un problema.

Para evitarlo no se puede jugar con las cuentas públicas, (en eso es cuidadoso el Gobierno), y se debe exprimir cuanto se pueda el crecimiento para limar los desequilibrios financieros. Por esto mismo, el crecimiento estimado, impensable hace unos cuantos trimestres, es acomodaticio, y tal condición albergan los esperables para años venideros, porque la recomposición de las finanzas particulares y la mejora del estado de ánimo son demasiado lentas. Si no pasase nada, España precisaría desempeños de la actividad como el actual (dando por hecho que crece ya al 2% anual), con aceptables superávits por cuenta corriente, de bastante más de una década para llevar las variables financieras (endeudamiento externo y posición internacional de inversión) a valores respirables.

Y si el Gobierno ha hecho esfuerzos reformistas impensables hace unos años para desatar los nudos que maniatan los costes, los precios y la contratación y ha saneado el sistema financiero, y se ha logrado voltear la balanza por cuenta corriente sin devaluación, tiene que hacer más. Y más allá de la política económica y normativa, la más importante por supuesto, debe explorar vías adicionales de las cuentas públicas para que sean un motor del crecimiento, y no solo de la estabilidad.

Repito: no será desde aquí desde donde se reclame más gasto porque sí (si acaso lo contrario), pero sí otro gasto. Siempre hay un Presupuesto mejor. Siempre se puede poner el esfuerzo en partidas con efecto multiplicador para la economía, como la inversión productiva y las apuestas firmes por la investigación y desarrollo y la educación, aunque haya que obtenerlas mermando las vacas sagradas del Presupuesto y construir un corpus manufacturero aceptable. Intocables las pensiones, ¿por qué se da por bueno que ya se ha hecho todo lo posible con el funcionamiento de la Administración pública (estatal, regional y local) y su coste, con el aparato empresarial del Estado, con la servidumbre del rosario pesado de los gastos fiscales? Siempre hay un Presupuesto mejor.

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