Austeridad en el gasto, alegría en los impuestos y algo más de inversión
Las de 2014 se han ceñido a lo estimado hace un año porque la máquina que mueve las variables de ingresos y pagos se ha comportado mejor de lo esperado, con un crecimiento que avanzará finalmente el doble de los fijado en el cuadro macro; un 1,3% en vez del 0,7% sobre el que se construyeron las cuentas. Para 2015 se repetirá el ejercicio, con un crecimiento del 2% anclado en la demanda privada, que solo deja margen para encajar el efecto en los ingresos de la rebaja del IRPF y Sociedades.
Tras tres presupuestos en los que España se ataba los machos, este sigue siendo de rigor, pese a que se permita alguna pequeña alegría en la inversión pública y en un tímido expansionismo fiscal en los ingresos, o lo que el ministro de Hacienda llama “devolver a los ciudadanos, con los dividendos del crecimiento, los esfuerzos que han hecho en los últimos años”, en los que las subidas de impuestos y los recortes de gastos han sido muy significativos.
Con la ortodoxia liberal en la mano, los gestores presupuestarios prosiguen podando el déficit, pero con el trantrán de la economía, sin una sola medida adicional de rigor fiscal, ni en gastos ni en ingresos. El déficit, que este año terminará en el 5,5%, debe acabar 2015 en el 4,2%, cerca ya de la meta exigida por Bruselas del 3% que convierte en virtuosas cuentas perversas.
El Gobierno no varía su política económica ni un ápice, porque cree con convicción que “solo reduciendo el déficit público se contribuye al desapalancamiento general de la economía y se ensancha el crecimiento potencial”. Por ello, plantea unas cuentas en las que el gasto desciende un 3,2%, pese al avance nominal de la economía, congela el sueldo de los funcionarios (y van cinco años seguidos, aunque en 2015 ganarán poder adquisitivo por la ausencia de inflación y la reducción de los impuestos directos), y limita a un avance del 0,25% la cuantía de las pensiones en vigor, el mínimo exigido por el dichoso factor de sostenibilidad que liga las pensiones al comportamiento de la economía y sus expectativas.
Este rigor de los gastos que dependen de decisiones gubernamentales se relaja un poco en el tratamiento de la inversión pública, que vuelve a crecer por vez primera en varios ejercicios, aunque más concentrados en las empresas públicas que en los ministerios. En total crece un 6%, pero sigue con un perfil muy contractivo el gasto agregado de los ministerios, que descenderá un 5,1%, si bien es verdad que esta cifra está condicionada por una caída muy fuerte del gasto en prestaciones por desempleo, consecuencia, eso sí, de una marcha mucho más favorable de la ocupación. Esta avanzará un 1,4% en contabilidad nacional, pero un 1,7% en términos de encuesta de población activa (unos 348.000 nuevos empleos). La tasa de paro, pese a descender el paro en casi medio millón de personas, seguirá en el 22,2% en tasa EPA y el 22,9% en contabilidad nacional.
Es, en definitiva, un presupuesto neutro fiscalmente, con un ligero sesgo hacia el keynesianismo del bueno, aquel que va aparejado a la expansión de la renta privada por la bajada (muy, muy modesta) de los impuestos. No es un presupuesto para dañar nada, y puede ser un buen instrumento para terminar de consolidar la recuperación, que ahora es todavía “incipiente”, según asegura el ministro de Hacienda, menos optimista que en años pasados sobre el desempeño económico.
Los ingresos tributarios crecerán pese a la bajada de tipos y subida de deducciones de IRPF (ahorro de 5.800 millones) en un 5,4%, con un avance muy fuerte en Sociedades (20,4%) e IVA (7,2%), y estancamiento en el impuesto de la renta. Lógicamente, el avance se produce por generación de bases imponibles adicionales por el avance del empleo (que no de los salarios) y del consumo.
En el ejercicio de contribución al desapalancamiento general de la economía, algo que no es una opción en un país como España que tiene los mayores niveles de endeudamiento público y privado de Europa, en 2015 mejorará la capacidad de financiación. Pero solo el Estado debe encontrar en el mercado nada menos que 242.765 millones para cubrir el nuevo déficit (47.000 millones) y la refinanciación del papel existente, con un tipo estimado para la deuda a diez años del 2,6%. Así y todo, el Tesoro gastará 35.490 millones en intereses, un 3,25% del PIB, lo que convierte a la hipoteca colectiva de los españoles en la mayor partida de gasto del Presupuesto, excepción hecha de las pensiones. Y no podrá evitar el Gobierno que en 2015 la deuda pública supere el 100% del PIB (llegará al 100,3%), y que no sea hasta 2017 cuando comience a descender y vuelva por dejado del 100% de la riqueza generada.