La zona euro planta cara a Berlín
A la rebelión se ha sumado la OCDE, que ayer publicó un informe sobre coyuntura en el que señala a la zona euro como el último enfermo entre las economías desarrolladas del planeta. Sus previsiones de crecimiento para la zona euro se rebajan al 0,4% este año y el 1,1% en 2014, mientras que EE UU crecerá 2,1% y 3,1% respectivamente.
El organismo internacional considera tan grave la situación que recomienda al Banco Central Europeo (BCE) que inicie un programa de compra de deuda a gran escala. Y pide a Bruselas que “utilice toda la flexibilidad prevista en las normas fiscales europeas”, para completar la intervención del BCE con una política presupuestaria expansiva.
La mecha de la revuelta la encendió, precisamente, el presidente del BCE. A finales de agosto, Mario Draghi pidió en Jackson Hole (EE UU) un impulso fiscal para complementar las reformas estructurales y la política monetaria expansiva.
La franqueza de Draghi sorprendió, entre otras cosas, porque la parte crucial de su mensaje no aparecía en el borrador del discurso leído en Jackson Hole. Lo añadió sobre la marcha. Las fuentes más benévolas aseguran que la improvisación fue para incorporar datos de última hora. Las fuentes más taimadas sospechan que el italiano guardó en secreto su explosiva declaración para evitar que fuera desactivada por un Gobierno alemán con muchos tentáculos en el BCE.
Lo cierto es que la idea de Draghi causó estupor en Berlín. Pero la finezza del romano ha vuelto a imponerse, como ya hiciera en 2012 cuando apagó las primas de riesgo con su promesa de hacer todo lo que fuera necesario para salvar el euro.Ahora ha logrado que el giro de la política fiscal se abra paso, como se constató durante el pasado fin de semana en Milán, donde se han reunido los ministros de Economía de la zona euro y de la UE.
Incluso España, alineada hasta ahora con las tesis alemanas más ortodoxas, pide ya un cambio de rumbo. Y Alemania, aunque no se ha rendido aún, también parece resignada a una relajación presupuestaria, sobre todo porque sabe que la alternativa sería una expansión cuantitativa (QE o quantitative easing en inglés) a la estadounidense con cargo al balance del Banco Central Europeo (BCE).
”Las líneas rojas de Berlín están ahora más en la política monetaria que en la fiscal”, señalan fuentes del Eurogrupo. El resto de ministros, con contadas excepciones, aprovecha ese resquicio para matizar la política de austeridad a rajatabla aplicada hasta ahora sin demasiado éxito. “La autocrítica nunca está mal”, resumió el ministro español, Luis de Guindos, al término de la reunión de Milán.
La gota que ha colmado el vaso ha sido el riesgo de una nueva recesión, que se cierne sobre la zona euro acompañada de una peligrosa deflación. La amenaza resulta insoportable para los países de la zona euro más castigados por las dos recesiones anteriores (2009 y 2012). Y en particular para aquellos gobiernos que, como el español, afrontan en 2015 una revalida electoral a la que no quieren presentarse sin resultados económicos tangibles.
El Gobierno de Rajoy teme otra recesión europea en pleno año electoral
“Tenemos una situación de crecimiento económico muy reducido que debe hacernos reflexionar a todos”, señaló Guindos. “Esto no quiere decir que toda la estrategia haya sido errónea. Pero, en el futuro, la estrategia debe centrarse en el crecimiento y la creación de empleo”.
La revuelta contra Berlín no pretende poner fin al proceso de consolidación presupuestaria ni a los planes de reformas económicas. Pero quiere relajar el paso de los ajustes y completar las reformas con una inyección de dinero público que catalice la inversión privada y estimule la demanda.
Entre 2010 y 2013, la zona euro ha reducido a la mitad sus números rojos (del 6,2% de déficit público al 3%). “Se ha realizado un ajuste presupuestario enorme, que ha devuelto la confianza. Y eso no se puede tirar por la borda”, ha advertido el ministro holandés de Finanzas y presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem.
Dijsselbloem y otros ministros alineados conBerlín atribuyen la caída de las primas de riesgo a ese tremendo ajuste. La mayoría de los analistas reconocen, sin embargo, que el mercado se ha relajado como consecuencia de las sucesivas intervenciones del BCE y a que los inversores prestan ahora poca atención a las cuentas publicas.
De hecho, a pesar del esfuerzo fiscal, la deuda ha seguido aumentando y su sostenibilidad sigue en duda como consecuencia del débil crecimiento. Eso no ha impedido un aluvión de capital hacia la deuda pública, mientras la inversión en el sector privado sigue un 20% por debajo del nivel alcanzado en 2007. “Esa caída de inversión explica por qué la zona euro no ha recuperado los niveles de renta previos a la crisis”, señala Guindos, una explicación compartida por el BCE. Varios países, entre ellos España, siguen con un PIB (en términos de paridad de poder adquisitivo) por debajo del de 2008, según los datos de Eurostat.
España, por ahora, ha salido indemne del último batacazo, que ha dejado a Italia en recesión y a Francia con crecimiento cero. Pero el riesgo de contagio es evidente. La economía española crece a buen ritmo(0,6%), pero fuentes del Gobierno temen que el estancamiento del resto de la zona euro pase factura a partir del último trimestre de este año o del primero de 2015: a solo unos meses de unas elecciones generales que, en gran parte, se decidirán en base al cuatrienio económico de Rajoy.
“Si la zona euro se para, nos afecta”, reconocen fuentes del Gobierno. Y aseguran que el impacto no solo es directo (menos demanda exterior) sino, sobre todo, “psicológico, porque daña las expectativas sobre nuestra economía”.
España confía en que antes de que se produzca esa debacle, el Eurogrupo alcance un acuerdo sobre una reinterpretación del Pacto de Estabilidad, para prolongar los plazos de ajuste en los países que no podrán cumplir sus objetivos de déficit en 2015, como es el caso de Francia. La prórroga de ese plazo requerirá que París presente un calendario preciso de reformas que, a partir del 1 de noviembre, deberá evaluar el nuevo comisario de Economía: Pierre Moscovici, ex ministro del gobierno de François Hollande.
Hasta ahora, la única respuesta de Bruselas a ese deterioro ha sido pergeñar planes de inversión muy escasos y que, en gran parte, no han llegado a materializarse. La última oferta, obra del futuro presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, solo supone el 0,3% del PIB europeo o 300.000 millones en 2015 y 2016. “Si alguien se cree que por invertir 300.000 millones de euros en dos años Europa va a crecer al 2%, está muy equivocado”, señalan fuentes españolas. En Milán se ha fraguado el acuerdo para poner en marcha ese plan... y mucho más: un impulso fiscal a lo Draghi.