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Editorial

Lo se que se juega en Escocia

La próxima celebración del referéndum sobre la independencia de Escocia –y la posibilidad de que la consulta se salde con un sí, aunque sea apurado– ha desencadenado dos enérgicas reacciones en el sector financiero británico. Royal Bank of Scotland (RBS) y Lloyds han advertido que si la consulta respalda finalmente la independencia se trasladarán a Londres. Al anuncio de ambos gigantes, hay que sumar, entre otras compañía el de la bicentenaria aseguradora Standard Life. Mientras desde Lloyds se explica que la entidad quiere seguir siendo regulada por el Banco de Inglaterra, RBS ha reconocido que un eventual sí introduciría incertidumbres que afectarían a su capacidad operativa.

El sector financiero equivale al 13% del PIB y al 7% del empleo de Escocia. La reacción de la banca escocesa constituye un ejemplo de una máxima que resulta arriesgado ignorar: toda decisión política tiene una trascendencia económica. A la vista de la multitudinaria manifestación celebrada con ocasión de la Diada, ayer en Cataluña, en favor de la consulta sobre la independencia, así como del órdago que sigue alimentando el Gobierno de Artur Mas, resulta urgente recordar esa lección. La Generalitat haría bien en mirar a Escocia, pero no como modelo, pues las diferencias entre ambos casos son grandes, sino como una seria y grave advertencia.

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