Los efectos del paso adelante de Draghi
El rotundo paso al frente dado el jueves por el BCE para tratar de revertir la evolución de la maltrecha economía europea debería tener efectos prácticos en dos grandes ámbitos. Por una parte, en los relacionados con las medidas de estricta política monetaria anunciadas por el organismo y por otra, en cuanto al eco que pudieran –y debieran– despertar en los Gobiernos de los Estados miembros y en la propia Comisión Europea las serias advertencias lanzadas por Mario Draghi en su discurso.
En el primer caso, no hay duda de que el escenario más directamente afectado por las medidas adoptadas es el de los mercados bursátiles. La rebaja del precio del dinero hasta dejarlo prácticamente a ras de suelo –en un 0,05% – y el anuncio de la puesta en marcha de un programa de compra de bonos de titulización (asset bank securities, ABS por sus siglas en inglés) tendrá un impacto positivo en la evolución de los parqués. Prueba de ello es que al término de la reunión del jueves, nada más anunciarse las medidas adoptadas, los mercados registraron subidas fulgurantes. Como era de esperar, el firme mensaje de confianza lanzado por Draghi caló de modo inmediato en los inversores, que miran hacia Fráncfort con la seguridad de contar con un respaldo efectivo. La experiencia de las actuaciones de la Reserva Federal estadounidense y de otros organismos centrales ha demostrado sobradamente que las políticas monetarias expansivas alientan las subidas bursátiles y convierten la renta variable en una opción muy atractiva para la inversión. Ello tiene que ver con la confianza y con el aumento de la liquidez en el mercado, como es lógico, pero también con otras razones. Efectos como el que la depreciación del euro ejerce en las exportaciones –que se verán impulsadas por una moneda europea menos fuerte–, la caída que la rebaja de tipos provocará en los costes de financiación de las empresas y la pérdida de atractivo de la renta fija y los depósitos sitúa los valores bursátiles como buenas opciones para invertir.
El segmento más claramente beneficiado por las nuevas medidas monetarias ha sido el bancario. El programa de compra de bonos de titulización, que complementa las subastas de liquidez TLTRO, constituye un torpedo dirigido a la línea de flotación de la sequía crediticia en Europa y tiene como gran objetivo permitir que la banca comience a asumir nuevo riesgo en sus balances. La ayuda que implica esta medida revitalizará también el recorrido de los valores bancarios en la Bolsa y los dotará de nuevos atractivos para atraer a los inversores. Ese efecto se hizo sentir ya el pasado jueves, cuando, tras el anuncio de Draghi, la banca encabezó las subidas que experimentaron los parqués bursátiles. Una vez puestas sobre la mesa las generosas cartas del BCE, llega la hora de que las entidades bancarias recojan el testigo. Si bien es cierto que en la mejora del crédito juegan también otras variables –como la existencia de una demanda solvente que todavía es extremadamente débil–, el sector bancario ha de comenzar a asumir que debe cumplir con su parte del trato. Ello supone hacer uso de los cabos lanzados por el BCE y servirse de ellos para reanudar su función natural, que no es otra que bombear el crédito al tejido económico y alimentar así el crecimiento.
Draghi ha realizado una seria advertencia a los Gobiernos de la zona euro para que complementen la política monetaria de Fráncfort con medidas que combinen las reformas estructurales, el control del objetivo de estabilidad y los estímulos al crecimiento. Una advertencia que deberían atender con prontitud no solo los Ejecutivos, sino también una Comisión Europea que desde el inicio de la crisis se ha mostrado repetidamente incapaz de liderar con firmeza y sin fisuras la gestión política y económica de la zona euro. La prueba más visible de ese vacío de liderazgo ha sido precisamente el golpe de efecto dado por el presidente del BCE para despertar a Europa de un letargo cuyas consecuencias pueden ser muy peligrosas. La recuperación económica se ha estancado, las previsiones de crecimiento empeoran y las lacras del desempleo y de la sequía crediticia continúan sin resolverse. Como recordó el propio Draghi en Jackson Hole, con semejante cuadro, la inacción no es una opción, es un enorme riesgo.