A la busca de una estrategia industrial
Hace ahora un año aproximadamente que el índice que mide la producción industrial en España entró en valores positivos, que no ha vuelto a abandonar, aunque solo ha mantenido avances moderados desde entonces. De hecho, el indicador desestacionalizado ofrece en junio un avance de solo el 0,8%, aunque en los seis primeros meses del año el alza llega al 2%. Y un análisis por el destino económico de los bienes producidos revela un perfil propio de una recuperación tradicional, pero débil, aquella movilizada por la demanda externa que reclama equipamiento y productos intermedios, y bienes de consumo no duradero de la mano del repunte incipiente del gasto de los hogares; persiste, no obstante, la atonía en producción de bienes de uso duradero, aquellos que precisan de una mejora previa de las expectativas y de la renta, y de financiación ajena en muchos casos, para ponerse en marcha.
Una mirada un poco más profunda de las condiciones de la producción industrial, que comienza a estabilizarse y que incluso ha permitido generar empleo en el último año pese a ser uno de los sectores que mayores avances de la productividad absorbe, demuestra que la industria española está muy lejos de volver a unos valores óptimos, al menos comparados con los que tenía antes de la crisis que arrancó en 2007. Pese al nivel aceptable de vigor de las ventas al exterior y del ejercicio realizado por la oferta para adaptarse a los costes que la competitividad mundial exige, lo alcanzado no da para vivir; no es suficiente como para considerar que el futuro de la economía del país puede anclarse con solidez en la industria manufacturera.
Los niveles de utilización de la capacidad productiva se han reanimado, pero siguen muy por debajo de los europeos, y en absoluto se proyecta que puedan absorber en el medio plazo los diferenciales. Si ahora el grado de utilización está en el 75%, llegar al 80% que se registraba en 2006 solo habrá sido posible si la demanda nacional vuelve a sus óptimos y no flaquea la externa.
Además de proseguir con el ejercicio, bien ejecutado los últimos años, de reducir costes laborales, logísticos y financieros para arañar unas décimas de cuota de mercado mundial, España precisa de una estrategia nacional adicional que amplíe su base industrial. Necesita mantener con niveles cada vez más competitivos los nichos manufactureros actuales, algunos de los mejores de Europa, y atraer inversión extranjera a otros nuevos; y debe diseñar y desarrollar con medios públicos y privados estrategias de relocalización en la disputa global existente, que debe centrarse en actividades de alta concentración tecnológica. Y eso exige tocar muchos palos; el primero, el formativo.