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Entrevista con Carlos Conde, rector de la Universidad Politécnica de Madrid

"Las ingenierías no tienen por qué ser estudios para cerebritos"

“En España falta vocación para estudiar ingenierías” "Hay que explicar en las escuelas que la tecnología puede ser divertida"

Juan Lázaro
Manuel G. Pascual

Está en la mitad de su mandato y siente que todavía le queda mucho por hacer. El rector de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), Carlos Conde, destaca de su gestión la reducción de departamentos (de 114 a 60). Y lamenta la caída del número de estudiantes de ingenierías.

¿Los estudios técnicos atraen a los futuros universitarios?

Hemos detectado falta de vocación: en los últimos diez años hemos perdido un 21% de estudiantes. Las ingenierías tienen la fama de ser carreras muy exigentes, y eso nos perjudica. La proporción de chicas que acceden a estos estudios es muy baja, estamos en el entorno del 30%, y eso es una cuestión educacional.

¿Cómo se podría fomentar el interés por estas carreras?

Habría que presentar en la secundaria de forma más atractiva materias como matemáticas, física o química. Y, por otro lado, explicar a edades más tempranas, a los 12 o 14 años, que la tecnología puede ser divertida y es muy útil. Queremos huir de la imagen de que las ingenierías son estudios para cerebritos.

“La ley de colegios tenía que cambiar”

La Ley de Colegios Profesionales que el Gobierno aprobará en las próximas semanas reduce el número de oficios que requieren de colegiación obligatoria. Y también modifica las reservas de actividad, que determina que ciertas funciones solo pueden ser ejercidas por un colectivo concreto que cumpla ciertos requisitos.

Los arquitectos se han quejado de que esto podría permitir a los ingenieros firmar proyectos de arquitectura, lo que consideran intrusismo. El último texto que maneja el Ejecutivo elimina esta posibilidad. “Creo que el sistema necesitaba una modificación sustancial”, opina Carlos Conde. “Hasta ahora, a cada título se le daba una atribución profesional. Eso va a cambiar. Pero no significa que un ingeniero sirva para todo: igual que entre los juristas hay penalistas o constitucionalistas, un industrial no tiene nada que ver con un aeronáutico”, apunta el rector.

La caída de las matriculaciones en ingenierías contrasta con la alta demanda de perfiles técnicos en el mercado laboral.

En visitas a Noruega nos han dicho que están modernizando sus infraestructuras y que se han fijado en el modelo español. Hace poco, el embajador de Países Bajos nos decía que en su país necesitan entre 3.000 y 4.000 ingenieros al año, además de los que salen de sus propias universidades. Alemania ya es sabido que se está llevando miles de ingenieros, Italia tiene un plan para incrementar el número de estos titulados… Sí, se necesitan ingenieros. También en España. Si queremos ser un país que vaya más allá del turismo, habrá que industrializarse. Hay un programa en la UE para que el peso de la industria europea llegue a representar el 20% del PIB. Ahora está en torno al 15%, aunque en España la proporción es todavía más baja. Nuestros estudiantes se siguen colocando más o menos bien en el mercado laboral, si bien es cierto que con salarios más bajos respecto a los de hace unos años.

Quizá la tendencia a emigrar a países como Alemania desincentive a ingenieros en potencia.

Creo que eso es coyuntural. Habrá que ver con qué modelo social salimos de la crisis, pero está claro que o jugamos a ser un país de servicios, enfocado principalmente al turismo, o nos industrializamos. Creo que nos irá mejor siguiendo este último camino.

Las universidades públicas tienen hoy menos presupuesto y las tasas de matrícula son más altas. ¿Cómo han reaccionado ante estas circunstancias?

La situación es difícil. Hay que ajustar los gastos, incluyendo la plantilla [la Universidad Politécnica de Madrid aplicó un ERE de extinción a 301 trabajadores. Posteriormente a la realización de esta entrevista, el Tribunal Supremo anuló el despido de 155 interinos]. Y suprimir cosas que no sean estrictamente imprescindibles que serían muy convenientes. Por ejemplo, algunas ayudas para los estudiantes o reducir los horarios de apertura de las bibliotecas salvo en periodo de exámenes. Ahora cerramos además en agosto, cosa que antes no hacíamos porque siempre hay alguien que quiere venir a estudiar.

¿Cree que las universidades deberían especializarse?

Todas no pueden tener el mismo modelo. Es absurdo que centros del tamaño de la Complutense o la Universidad de Barcelona sean iguales que las de provincias mucho más pequeñas. A partir de ahí, especializarse o no dependerá del tamaño y de la tradición de cada uno. Nosotros, por ejemplo, nos centramos en ingenierías, arquitectura y tecnología, y no pretendemos salirnos de ahí.

¿Qué relación mantiene la universidad con el Gobierno?

El Ministerio de Educación nos ha acostumbrado a que nos enteremos de las cosas por la prensa o por el BOE. Eso no había pasado antes, independientemente del color político del Ejecutivo. Las universidades nos sentimos ignoradas, cuando no menospreciadas. Y no parece que esta relación vaya a cambiar.

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Sobre la firma

Manuel G. Pascual
Es redactor de la sección de Tecnología. Sigue la actualidad de las grandes tecnológicas y las repercusiones de la era digital en la privacidad de los ciudadanos. Antes de incorporarse a EL PAÍS trabajó en Cinco Días y Retina.

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