La hora de ‘míster Euro’
El nuevo presidente de la ComisiónEuropea parte con el rechazo británico y las dudas de Alemania. Pero los ‘juegos de tronos’ no alteran a este viejo rockero europeo.
Los últimos siete años de crisis han puesto a prueba como nunca antes la estabilidad de la Unión Europea (UE). Tanto a nivel económico, como político y social, el organismo comunitario se ha movido entre dudas, indefiniciones y decisiones de última (y elevada) hora. Una crisis de identidad a la que sobrevivió el euro y que ha podido esquivar la salida forzada de alguno de sus miembros. En ese marco, las elecciones europeas de mayo servían como el inicio de una nueva etapa, incluido nuevo presidente de la Comisión Europeo. Un cargo que ha acabado recayendo en el último superviviente de la vieja escuela europea, la que triunfó con el Tratado de Maastricht y fracasó con la Consitución Europea. A Jean-Claude Juncker (Luxemburgo, 1954), memoria viva de Europa, le llega su momento tras 30 años en Bruselas.
El nuevo capitán del inestable barco europeo puede presumir de haber sido el más votado en su investidura por el Parlamento Europeo. Pero las cifras pueden esconder una realidad en la que coinciden la mayoría de expertos en política europea: a los grandes partidos no les quedaba otra opción. Incluso Juncker no tiene todo el apoyo desde sus filas: nunca ha sido uno de los favoritos de la canciller alemana Angela Merkel, el gobierno conservador británico no ha ocultado su oposición, e incluso entre los populares españoles su figura no levanta demasiadas pasiones. Teniendo todo esto en cuenta, Jean-Claude Juncker no es el tipo de político que se preocupará demasiado de los movimientos que pueda haber a sus espaldas. Asus 58 años, 19 de ellos como primer ministro del gobierno de Luxemburgo y durante tres décadas en distintos cargos europeos, a míster Euro, conocido así por su defensa de la moneda única cuando el peligro de ruptura acechaba, le toca demostrar su fama de político nivel que se ha granjeado durante su trayectoria.
No tanto en su país natal, Luxemburgo, que lideró desde 1995 sin interrupción, convirtiéndose en el jefe de Gobierno más longevo de la Unión Europea. Durante esos años fortaleció lo que hoy es un paraíso fiscal en pleno centro de Europa, a ejercer también como ministro de Finanzas. Nunca ha aceptado esa etiqueta, defendiendo que el trato fiscal, por ejemplo, a grandes empresas en otros países del continente es igualmente beneficioso. Una trayectoría doméstica que terminó el año pasado por, según le acusan, hacer la vista gorda con los excesos de los servicios de espionaje del país.
Ha sido en Europa donde se ha ganado su peso político. Fue uno de los grandes impulsores del Tratado de Maastricht de 1992, desde su puesto de presidente del Consejo Económico y Financiero europeo, y detentó en dos ocasiones, en 1997 y 2005, la presidencia de turno de la Unión, donde siempre mostró su convicción de hacer una Europa cada vez más fuerte e integrada. De hecho, en 2006 recibió el premio Carlomagno por su trabajo para la integración europea.
En 2004 se convirtió en presidente del Eurogrupo, un cargo informal pero que con el paso de los años se convirtió en una herramienta fundamental para la discusión de los problemas más urgentes de la Unión Europea. La crisis del euro, los rescates a Grecia, Chipre y a la banca española en 2012 fueron tratados en estas reuniones, que están formadas por los ministros de economía y finanzas de la zona euro. Se le señala como uno de los defensores de las políticas que ha marcado Alemania en los últimos años, pero su posición inicial respecto a Grecia, apoyando una solución europea y solidaria al rescate, le generó los recelos de Merkel.
Abogado que nunca tuvo que ejercer, fumador empedernido, socarrón y bromista, Juncker se sale del guión de político gris que abunda en Bruselas. Le gusta hablar con doble sentido, volviendo en ocasiones locos a los periodistas, y ante temas sensibles, prefiere reservarse información a hacerla pública. Hereda una Europa con un galopante desempleo juvenil, una economía por recuperar y asuntos como Escocia, Cataluña o el referéndum del Reino Unido para su salida de la UEsobre la mesa. Está por ver si, tras 30 años de carrera, tiene la fuerza, el apoyo y las recetas para dar el impulso que Europa necesita.