Cameron y Putin salen escaldados
A la Unión Europea se le acusa a menudo de pusilánime y carente de vigor. Pero David Cameron y Vladimir Putin comprobaron ayer que, a veces, las caricias de Bruselas desgarran como un zarpazo.
El primer ministro británico salió terriblemente magullado de la cumbre europea del 27 de junio donde, a pesar de las objeciones de Londres, se designó a Jean-Claude Juncker, ex primer ministro luxemburgués, como futuro presidente de la Comisión Europea. Para bien y para mal, la decisión marca una ruptura en la relación de los socios con el Reino Unido.
"En Europa solo hay dos grandes países: Gran Bretaña y el Gran Ducado de Luxemburgo", declaró en su día Juncker, con su peculiar sentido del humor, al diario La Libre Belgique. Tras la goleada que encajó ayer Cameron, tal vez alguien piense que en la UE solo queda un gran país.
Aun peor parado quedó el presidente ruso, que desde Moscú contempló impotente la firma de un acuerdo de asociación entre la UE y Ucrania, una rúbrica que probablemente pone fin al dominio del Kremlin sobre esa antigua república soviética.
"Es el día más importante en la historia de mi país desde la independencia", proclamaba desde Bruselas el presidente ucraniano, Petro Poroshenko. El golpe a Moscú se rematababa con la firma de dos acuerdos similares con otros dos países de su antigua esfera de influencia, Georgia y Moldavia.
Tanto la derrota de Cameron como la de Putin parecían impensables hace solo seis meses. A finales de 2013, el presidente ruso frustró la firma del acuerdo entre Bruselas y Kiev, lo que desestabilizó Ucrania hasta el punto de ponerla al borde de la guerra civil.
La presión de la UE y, sobre todo, de EE UU, recondujeron la situación hacia los intereses de Occidente, aunque fuera a costa de admitir que Moscú se quede con la península de Crimea, territorio histórico de Rusia cedido a Ucrania durante la etapa soviética.
El varapalo al Reino Unido ni siquiera ha tenido esos paliativos. Cameron terminaba la cumbre casi demudado, después de encajar una humillación sin precedentes en la historia reciente de la diplomacia británica.
Durante la rueda de prensa posterior a la cumbre (foto), Cameron soportaba con estoicidad las comparaciones de los periodistas británicos entre su fracaso y las supuestas victorias europeas de Margaret Thatcher. "Son tiempos diferentes", decía, "los sucesivos Tratados han ido suprimiendo la unanimidad y cada vez es más difícil vetar algo".
La posibilidad de veto en la elección del presidente de la Comisión se suprimió en el Tratado de Niza (2002). Pero el primer ministro británico obvió ese cambio porque confiaba en que su alianza con Angela Merkel le permitiría abortar una candidatura como la de Juncker, que no parecía entusiasmar ni siquiera a sus compañeros del Partido Popular Europeo (PPE).
"Los británicos aseguran que Berlín les había prometido apoyo", señalaban fuentes diplomáticas durante las cumbre. Otras fuentes, también diplomáticas, matizaban esa tesis. "Algunos suelen sobreinterpretar las palabras de Merkel y Cameron y su entorno han cometido ese error".
El primer ministro británico no atacó en público a la canciller y se limitó a señalar que "algunos han cambiado de opinión durante el camino", una queja que parece dirigida tanto a Alemania como a Holanda y Suecia. Sea como fuere, la mayoría de las fuentes coinciden en que el propio Cameron, por su torpeza o falta de habilidad, se metió en un callejón sin salida del que no ha sabido salir.
El fiasco de Cameron supone una tremenda victoria para los partidarios de establecer un vínculo democrático entre las elecciones al Parlamento Europeo y la presidencia de la Comisión. El establecimiento de ese vínculo parecía en duda tras la escasa participación en las elecciones del 25-M (43%, como en 2009), la perdida de escaños del PPE (partido al que pertenece el actual presidente de la Comisión, José Manuel Barroso) y la derrota del candidato alternativo, el socialista Martin Schulz.
Pero la furibunda campaña de Cameron contra Juncker ha jugado a favor de los partidarios de otorgar la presidencia de la Comisión al representante del partido más votado. "Cameron se merece el premio Carlomagno por su contribución a la democracia europea", señalaba ayer en twitter la eurodiputada liberal francesa Sylvie Goulard.
La cumbre europea ha acordado "revisar el proceso de designación" para intentar evitar ese automatismo entre la candidatura de un partido y la cúspide de Bruselas. Pero el precedente sentado no parece tener vuelta atrás. Más bien al contrario. "Si Juncker sale elegido, las elecciones de 2019 serán mucho más disputadas", vaticinaba un alto cargo del PPE poco antes de la votación del viernes. El resultado no dejó lugar a dudas: 26 presidentes de Gobierno a favor de Juncker (incluido Mariano Rajoy), y solo dos en contra: Camerón y el primer ministro húngaro, Viktor Orban.
Pocas veces, por no decir nunca, se había tomado una decisión tan trascendental en la UE sin el consenso de todos los socios. Y menos, dejando orillado a un país de la talla del Reino Unido. La ruptura puede resultar letal para la carrera política de Cameron, ya muy debilitado dentro de su partido y con un decisivo referéndum sobre la independencia de Escocia en septiembre.
Pero las decisiones del 27-J también pueden volverse contra la UE. Por lo pronto, los Gobiernos europeos tendrán que convivir con Juncker, un veterano político cuyo bagaje casi nadie discute pero que suscita dudas en algunas capitales sobre su idoneidad para dirigir la Comisión en un tiemo de cambio como el actual.
Parece poco probable, además, que Gran Bretaña vaya a resignarse a ser ninguneada sin lanzar un contraataque. No cabe descartar una escalada de tensión verbal y diplomática entre Londres y Berlín que cause grave daños a las relaciones dentro de la UE, con Bruselas como chivo expiatorio más vulnerable.
Y más delicada aun resultará la convivencia con un Vladimir Putin herido en su orgullo, que intentará demostrar a la opinión pública rusa su valía frente a unas potencias occidentales que se han colado en unos territorios que Moscú consideraba como propios.
Foto: Cameron, en rueda de prensa en Bruselas (B. dM., 27-6-2014).