Lázaro Rosa-Violán: "Marca que toco, marca que crece"
Ha realizado la modernizacón de tiendas de Inditex Firmará la obra del nuevo DiverXO, en el hotel Eurobuilding
Es el interiorista de moda. Firma muchos de los proyectos de decoración más interesantes de España. Todo lo que toca Lázaro Rosa-Violán, nacido (un año cualquiera) en Tánger (Marruecos) aunque advierte que de padres y abuelos catalanes, lo acaba convirtiendo en tendencia. Es el autor, por ejemplo, del hotel Only You de Madrid, de restaurantes como Martinete (Madrid), Chez Cocó (Barcelona), Ibérica London, las tiendas de Inditex (Oysho, Pull & Bear, Lefties), alguna joyería de Aristocracy... En marcha tiene los nuevos proyectos de David Muñoz en Londres, donde abrirá StreetXO, la fórmula más desenfadada que el cocinero inaugurará en el exclusivo barrio de Mayfair, y DiverXO, que en otoño se mudará al hotel Eurobuilding de Madrid. Su último trabajo verá la luz la próxima semana, cuando se estrene Platea, en la madrileña plaza de Colón, un multiespacio de ocio gastronómico. Y está vistiendo un nuevo hotel, frente al parque del Retiro, propiedad del grupo Palladium.
Devoción por Gio Ponti
El estudio de Lázaro Rosa-Violán está repleto de objetos de decoración. Jarrones por aquí, lámparas por allí, cuadros por allá, platos, vasos y libros, muchos libros de flores, de estilos nupciales, arte asiático, diseño británico... Pero si tiene que salvar uno de ellos, ese sería su libro de cabecera, el libro de Gio Ponti, su artista, arquitecto y diseñador preferido, autor de la famosa Torre Pirelli (Milán). “Es una obra que consulto constantemente, para mí es la biblia del diseño”.
No contabiliza las horas de su jornada laboral, “es un estilo de vida y estoy encantado por tener la suerte de dedicarme a lo que realmente me gusta”, comenta, con Bosco siempre a su lado.
A pesar de que está constantemente viajando –en breve deberá entregar la obra de un restaurante en París–, controla todo lo que pasa en el estudio. “Lo superviso prácticamente todo”, aunque asegura que no sabe lo que cobra. “No sé lo que facturamos. De momento, la tarjeta me funciona”, dice este aficionado al boxeo y al cine. En un espacio preferente tiene un delfín de madera que viajó desde Cuba en una maleta.
Aparece Rosa-Violán en su estudio de 650 metros cuadrados, que ocupa desde hace ocho años en el Eixample de Barcelona, escoltado por Bosco, su braco de Weimar, su fiel compañero, que le acompaña en sus jornadas laborales y que acaba siendo uno más del equipo, formado por 59 personas. Asegura que vive un momento dulce, no se puede quejar. Las firmas se lo rifan, el 90% del trabajo lo tiene en estos momentos fuera de España y abre estudio de decoración en Nueva York. “Es una necesidad debido al trabajo que tenemos en estos momentos en esta ciudad”. Ahora vive entre Barcelona y Manhattan, donde todo lo que pasa de moda tiene que cerrar. No sigue las tendencias, aunque dice que no es insensible a lo que ve alrededor. A lo que sí atiende es a las peticiones del cliente. “En estos momentos es importante que los espacios transmitan algo”. Es más, afirma que jamás ha hecho fracasar con sus proyectos a un negocio. “Me contratan para que funcione. Marca que tocamos, marca que sube”, señala Rosa-Violán, que tiene en cartera alrededor de 130 proyectos.
Estudió Bellas Artes, pero enseguida vio que poseía una gran capacidad para concebir interiores. De hecho, tal y como se define en su página web www.lazarorosaviolan.com, considera que es un “arqueólogo urbano” y un “cazador de estilos”. Su primer encargo fue el diseño de un restaurante en Ibiza. Fue el comienzo. En 2003 creó Contemporain Studio, con la premisa de que escaseaban los bares y los restaurantes bien ejecutados, esto es, aquellos donde la iluminación, el ambiente y la comida se compenetraban para lograr un todo coherente. Porque el diseñador de interiores, por tanto, él mismo, “es un actor que debe vestirse y cambiar de personaje, entender las nuevas identidades e integrarlas en la propia”.
Rosa-Violán trabaja en un amplio y complejo espacio –por las distintas estancias a las que se accede por un laberinto de puertas–, de amplios techos y con un frondoso patio de manzana, al que en breve incorporará un invernadero. Confiesa que no dispone de un lugar fijo para trabajar, ni una mesa de trabajo; que picotea allí y allá, y que siempre va acompañado de un ordenador que contiene un archivo con todas las cosas en las que se fija y que le sirven de inspiración. “Fotografío todo lo que me gusta y lo cuelgo en el ordenador para que todos los que trabajan aquí lo puedan ver”. Porque, según asegura, el equipo es clave, es el brazo ejecutor. “Tengo la capacidad para inventar espacios, en los que busco que sean elegantes, eclécticos y atemporales, pero luego hay que materializarlos, y de eso se encarga la gente que trabaja conmigo”.
Está rodeado, además de por un equipo joven, de un cierto desorden. “No soy ordenado para todos los asuntos cotidianos, pero para lo importante soy muy disciplinado”.