Competencia, precios y seguridad
La transformación que internet está produciendo en la actividad del transporte urbano e interurbano de viajeros no es nueva en la economía. Ya se ha manifestado en otras actividades hasta el punto de dejarlas irreconocibles respecto al pasado. Todos los servicios de uso masivo son susceptibles del ensayo de la economía colaborativa con la tecnología, y la movilidad de personas y bienes no es ajena al fenómeno. Y dado que se trata de un servicio demasiado regulado, ha surgido el conflicto: quien gozaba de un privilegio y un mercado cerrado, tiene que compartirlo con otros jugadores, que, además, son más ágiles y más baratos por la intensidad tecnológica utilizada.
El fenómeno es inevitabe y su crecimiento, imparable. Puede combatirse utilizando los mismos medios: tecnología, flexibilidad operativa y competitividad en precios, las tres herramientas que siempre han movilizado la economía y han abierto caminos de las aventuras empresariales. Y en cada una de estas variables los operadores tradicionales tienen mucho que aprender y mucho camino para la mejora competitiva. El Gobierno solo debe fijar y vigilar estándares de seguridad, y someter a la fiscalidad general cada hecho en el que medie lucro. Porque los impuestos son cosa de todos: no vale practicar economía colaborativa si es una fórmula de elusión fiscal.