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Columna
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El posible ‘hat-trick’ de la FIFA

Las acusaciones de corrupción han cogido en fuera de juego a la FIFA. Las preguntas sobre la forma en que Qatar ganó los derechos para organizar la Copa del Mundo de 2022 salieron a la superficie menos de dos semanas antes del inicio del torneo de este año, en el peor momento.

Las recientes reformas en la dirección de la FIFA incrementan su capacidad para investigar, y podrían reducir una futura controversia. Pero aunque la configuración es mejor de lo que era, el Congreso de la FIFA no es representativo, su comité ejecutivo es demasiado grande, y su presidente demasiado poderoso.

En primer lugar, el congreso –lo más parecido que tiene la FIFA a una junta de accionistas–. Los delegados se envían desde cada una de las 200 y pico asociaciones de fútbol nacionales del mundo. Puede parecer loable que cada país esté representado. Pero es raro que superpotencias del fútbol como Brasil y Alemania estén en el mismo plano que las Seychelles y las Bermudas. Tendría más sentido que la representación fuera proporcional al número de jugadores inscritos en un país. Las audiencias de televisión y la destreza en el campo también podrían ser factores a tener en cuenta.

En segundo lugar, el comité ejecutivo –el equivalente al consejo de administración de la FIFA–. Tiene 25 miembros, incluido el presidente. Es demasiado grande. Los órganos ejecutivos fuertes tienen asientos que se cuentan con los dedos de una mano, como mucho de las dos.

El presidente, el actual titular, el suizo Joseph Blatter, tiene muchos trabajos. En un contexto empresarial, sería a la vez presidente y consejero delegado. La FIFA debe separar las funciones, dividiendo las responsabilidades de liderazgo entre el presidente y el secretario general –un papel que ya existe en la FIFA– de una manera que impida que uno de ellos predomine.

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