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Columna
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Nuevo entusiasmo por los mercados

Cuando las empresas europeas recurren a sus maltrechos bancos por un crédito a un precio razonable, la respuesta suele ser negativa. Una alternativa atractiva, dicen muchos expertos, es acudir a los mercados financieros. El Banco Central Europeo aseguró ayer que podría ayudar a este movimiento mediante la compra de valores respaldados por activos (ABS). El Banco de Inglaterra también tiene la intención de apoyar la financiación no bancaria. La idea es atractiva, pero los mercados tienen sus propios riesgos.

La cuestión es especialmente significativa en Europa, donde los préstamos bancarios representan cuatro quintas partes de la financiación corporativa de la zona euro, en comparación con la quinta parte que supone en Estados Unidos. Mientras las grandes firmas pueden recaudar fondos en los mercados de capital, las pequeñas lo tienen más complicado.

Una financiación basada en el mercado, ya sea a través de bonos corporativos o titulizaciones, reduce un peligro. Un gran número de inversores, en lugar de un pequeño número de bancos, asumen los riesgos de las pérdidas. Sin embargo, los inversores a menudo cuentan con la posibilidad de vender o intercambiar sus activos. Pero la liquidez necesaria puede no estar ahí cuando más se busca.

Una financiación basada en el mercado hace que un gran número de inversores asuman los riesgos

Cuando los problemas se presentan, los vendedores son numerosos y los compradores son escasos. Los inversores podrían teóricamente exigir unos tipos de interés mayores para compensar la posibilidad de unas ventas forzadas con un descuento. En la práctica, las primas de liquidez que parecen apropiadas en los buenos tiempos tienden a verse pequeñas cuando el miedo impera. En este momento, todas las primas de riesgo se encuentran bajas, ya que los inversores hacen caer la rentabilidad por su deseo desesperado de escapar de los tipos de interés ultra bajos de los bancos centrales.

El interés de los legisladores para garantizar un flujo de crédito suficiente para la economía es comprensible. Pero su entusiasmo podría ser contraproducente si alienta a los inversores a pasar por alto un riesgo importante.

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