Dos reyes no, pero tampoco uno jubilado
La abdicación como rey de don Juan Carlos abrirá para muchos un interrogante sobre el papel que ha de asumir como padre de quien le ha de sustituir, don Felipe de Borbón. A falta de conocer la nueva Ley Orgánica, que curiosamente se aprobará a toda prisa para dar cumplimiento al artículo 57.5 de la Constitución aprobada en 1978, la escasa normativa vigente en la actualidad no reserva competencia alguna para quien ha cedido la Corona. En España hay muy pocos antecedentes y los que hubo claramente no son aplicables a los tiempos del siglo XXI. Tampoco podemos sacar muchas conclusiones de la cesión de derechos dinásticos de don Juan a favor del rey, ya que no era una abdicación como tal, sino una renuncia a los derechos sucesorios, lo que implicaba además la transmisión de la jefatura de la Casa Real.
Desde el punto de vista protocolario don Juan Carlos debería mantener por tradición la dignidad de rey y el tratamiento de majestad, así como la reina madre, doña Sofía. Será el nuevo rey, Felipe VI, como jefe de la Casa Real, quien deba establecer la dignidad y tratamiento que desea para sus padres, como hizo don Juan Carlos con los suyos por Real Decreto en 1987 por el que se otorgaba el título de altezas reales para el Conde de Barcelona y su esposa, María de las Mercedes, y los honores análogos al Príncipe de Asturias.
Es de suponer que mantendrá la tradición y que tanto Juan Carlos y doña Sofía conservarán el tratamiento de majestades y los honores de reyes, siguiendo así una norma no escrita que cumplen todas las casas reales europeas. Estoy convencido que don Felipe otorgará al ex monarca un título Real con el que se le denominará y no parece que el más acertado sea el de Conde de Barcelona porque sigue vinculado a la memoria de don Juan.
Constitucionalmente hablando el papel de un padre de un rey es cero. Será aquél que el nuevo jefe de la Casa Real, don Felipe, quiera darle, lo mismo que hizo don Juan Carlos con toda su Familia Real –hijos, hermanas, padres-, para quienes la Constitución no prevé papel institucional alguno, más allá de representar a la Corona cuando se determine. Para muchos será difícil ver a los ex reyes en actividades oficiales de Estado o representando al nuevo monarca en actos determinados, por lo que papel se limitaría a actos meramente familiares.
Sin embargo, estoy convencido que el nuevo Rey pedirá a sus padres –una vez don Juan Carlos recupere bien su salud– que no se queden aislados, ni separados del compromiso de Estado. Seguramente asistirán a actos concretos que contribuyan al papel que la Casa Real debe continuar jugando. No serán actos de Estado, pero si de contacto con la realidad ciudadana. No hacerlo, en nuestra opinión, sería un error. No hay sitio hoy para el ostracismo real de sendos reyes que aún en horas bajas cuentan con un alto porcentaje de respeto y reconocimiento. Deberán saber jugar un papel muy secundario, pues el rey Felipe VI habrá de aplicarse al máximo para consolidar su papel de máximo representante del Estado. El rey sabe que su intervención pública ha de ser limitada y prudente, sin interferir el importante reto de su hijo. Pero tampoco hay sitio hoy para un rey jubilado.
El Príncipe de Asturias, en unos días Rey, pasará por un conjunto de ceremonias que den visibilidad a la normativa, entre ellas la de jurar o prometer la Constitución ante las Cortes. Será similar a la de su padre en 1975, con la Corona y el Cetro sobre un cojín en el estrado del Congreso. El protocolo que debiera responder, de alguna manera, al estilo inicial que quiera dar a su reinado. Su ceremonia será analizada al milímetro, para ver esos pequeños detalles que esconde el protocolo y que conllevan mensajes significativos.
El Rey juró ante Dios y sobre los “Santos Evangelios”, con una cruz junto a la Corona y el Cetro. Don Felipe lo hará ante la Constitución como manda la norma y confiemos que lo haga sin crucifijo como lo hizo al cumplir su mayoría de edad, también en el Congreso.
Carlos Fuente Lafuente es director del Instituto Universitario de Protocolo de la Universidad Camilo José Cela.