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Columna
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La desigualdad despierta a la élite

Es fácil ser cínico en una conferencia sobre capitalismo inclusivo que organizan el Príncipe de Gales y el jefe del banco de inversión E.L. Rothschild. Es igualmente sencillo rechazar los discursos pronunciados allí como retórica vacía. Pero evento que tuvo lugar el miércoles en Londres sugiere un cambio significativo entre, al menos, algunos miembros de la élite financiera mundial.

Es cierto, no había hombres y mujeres comunes reales presentes para quejarse del “fundamentalismo de mercado sin control” y de la erosión del “capital social”. Mark Carney del Banco de Inglaterra lo hizo. Y no había personas desempleadas para preocuparse sobre cómo “una mayor concentración de la riqueza podría –si no se controla– incluso socavar los principios de meritocracia y democracia”, Christine Lagarde, del Fondo Monetario Internacional tuvo que hablar por ellos.

Aun así, los dos discursos fueron buenos, especialmente las primeras partes sobre el problema social de la desigualdad. Tanto Carney como Lagarde pasaron a discutir los detalles de la necesaria reforma del sistema financiero.

La Iniciativa Capitalismo Inclusivo fue diseñada para ser una especie de campo de reeducación de lujo para privilegiados

La Iniciativa Capitalismo Inclusivo fue diseñada para ser algo así como un campo de reeducación de lujo para los privilegiados, por lo que los oradores solo estaban haciendo su trabajo. Pero es significativo que los líderes centristas de la clase dirigente ahora articulen un descontento que hasta hace poco era dominio exclusivo de los pensadores de izquierda.

El cambio en la marea intelectual podría no convertirse en políticas reales. Pero si la visión ofrecida por Carney y Lagarde se convierte en sabiduría convencional, será más fácil elevar las tasas de impuestos, y que las empresas que buscan la estima pública se apresuren a reducir los sueldos de sus dirigentes. Tales cambios parecían imposibles hace una década. Ahora casi parece probable que lleguen a realizarse.

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