El silencio complica los test de estrés
La ley del silencio del Banco Central Europeo sobre la deflación está obstaculizando los test de estrés a la banca de este año. A los inversores les gusta el hecho de que el BCE sea la fuerza impulsora que se encuentra detrás de este chequeo de vital importancia de para la pre unión bancaria, ya que debería ser más robusto que los anteriores dirigidos por la Autoridad Bancaria Europea. Pero a juzgar por la metodología de este año, el BCE también tiene puntos ciegos.
Un ejercicio similar de la EBA en 2011 fracasó en una prueba básica de credibilidad: no incluía la posibilidad de un impago de un miembro de la unión monetaria –en medio de la crisis de la zona euro–. La metodología para la prueba de 2014, descrita el 29 de abril, es más dura. Pero al no basar su escenario adverso en lo que los inversores temen esta vez –la posibilidad de una caída sostenida de los precios en la zona euro–parece que está cometiendo el mismo error estructural.
En el peor de los casos que se contemplan, el PIB de la zona euro cae mucho –un 2,9%– pero la inflación sigue siendo positiva, a pesar de que ya se ha reducido al 0,7% de media en la zona euro.
Al no basar el escenario adverso en lo que los inversores temen, se comete el mismo error que hace unos años
Las (muchas) autoridades pertinentes no están dispuestas a compartir por qué su situación grave parece tan optimista en lo referente a la deflación. La EBA, ha querido señalar a Reuters Breakingviews que la parte macro del examen fue ideada por la Junta Europea de Riesgo Sistémico, un grupo que incluye al presidente del Banco Central Europeo y a los dirigentes de los bancos centrales nacionales. Un portavoz de la institución no quiso hacer comentarios sobre la falta de un escenario de deflación.
La interpretación amable es que es poco plausible que se produzcan años de caída de precios dado que el banco central podría intervenir con diversas medidas para detener el deterioro. Pero una razón más simple podría bien ser política: no se puede ver a Frankfurt respaldar un escenario que implicaría un fracaso en su única tarea: mantener la inflación “por debajo pero cerca” del 2%. Los inversores tendrán que esperar que la necesidad de esconder los puntos flacos no afecte a la credibilidad de una prueba en la que el BCE ha invertido tanto capital político.