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Tribuna
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El voto por móvil y la democracia europea

La gran cantidad de información sobre la Unión Europea generada últimamente en los medios (coste de los continuos viajes de los parlamentarios entre Estrasburgo y Bruselas y su documentación asociada, la ola de inmigrantes procedentes de Bulgaria, la agitación por las medidas económicas tomadas en Grecia, Irlanda, Portugal o la propia España) podría hacernos pensar que el tema de Europa es muy debatido en todos los lugares a través de sus 28 estados miembros. Sin embargo, no es así. Nada resume la apatía colectiva hacia Bruselas mejor que la siguiente estadística: en 2009 sólo el 43 por ciento de los ciudadanos europeos se molestaron en votar en las elecciones. Entre los jóvenes, esa cifra fue un sonrojante 29 por ciento. Si tenemos en cuenta el volumen de legislación nacional que se basa en legislación de la Unión Europea (las estimaciones oscilan entre 50 por ciento y el 70 por ciento) esta indiferencia colectiva es aún más asombrosa.

Según un reciente informe de Capgemini, más del 80 por ciento de los jóvenes en Europa utilizan Internet móvil cada día, es decir, al menos una vez al día, cuatro de cada cinco jóvenes saca un teléfono inteligente para acceder a Internet, actualizar Facebook, para pagar a un amigo, comprar zapatos, leer las noticias , revisar un mapa, escuchar Spotify, responder a un correo electrónico, etc….Pero hay una cosa que aún no está en esa lista: votar por un diputado y tener algo que decir en el futuro de Europa.

¿Por qué no? La penetración de los teléfonos inteligentes en toda Europa es tan alta, especialmente entre las generaciones democráticamente menos comprometidas –Generación “Y” y “del Milenio”-, que la posibilidad del voto electrónico (i-voting) a través de un dispositivo móvil no es sólo una buena idea, sino que su éxito es una absoluta obviedad. Una plataforma móvil que permitiera a toda la población europea votar, sería una ambiciosa y costosa empresa, no hay duda de ello, pero la tecnología, la infraestructura y la capacidad para su producción existen en la actualidad y lo que falta es el impulso político para la realización de un piloto.

Para ser claros, el concepto de i- voting no es nuevo en Europa. Desde 2005, los estonios han tenido seis oportunidades para votar a través de Internet y el número de votos electrónicos emitidos se ha incrementado en un 1.337 por ciento. Aunque la experiencia de Estonia no ha estado libre de controversia (existe un debate, que aún continúa sobre la seguridad, privacidad, y coste de la iniciativa), durante las elecciones generales de 2013 la friolera del 22 por ciento de sus ciudadanos ejercieron su derecho democrático al voto por este canal. Es significativo que casi 1 de cada 10 votaran a través de un dispositivo móvil. Como los móviles inteligentes siguen creciendo en este país, es una apuesta segura que el número de votos electrónicos se elevará en las próximas elecciones.

Existen preocupaciones legítimas sobre la votación por móvil, entre las que la seguridad ocupa el primer lugar. La importancia de llevar a cabo un proceso electoral libre, justo, protegido frente a manipulaciones y fraude electoral no puede trivializarse. De hecho, hombres y mujeres han luchado y muerto por defender este derecho. Del mismo modo, se debe garantizar el nivel de seguridad necesario que garantice la protección de la información de voto; nombres, direcciones frente a la tentación de persuadir sobre una u otra opción política. En un mundo en el que los criminales cibernéticos están encontrando formas más intrincadas de subvertir los sistemas de seguridad, nada puede dejarse al azar.

Sin embargo, estos desafíos tienen precedentes. Las organizaciones de diferentes sectores (en particular retail, energía o finanzas) se han enfrentado a desafíos de seguridad similares. Para el sector retail, existían muros de seguridad importantes a vencer con el fin de animar a los clientes a gastar el dinero en la web. En la banca, se necesitaba una capa de seguridad inexpugnable antes de que los clientes se encontrasen cómodos al comprobar su saldo y o en el pago vía teléfono inteligente. En última instancia, sin embargo, la persistencia dio sus frutos. La implementación de estas soluciones ha sido un éxito de rentabilidad.

Pero tampoco estos éxitos han sido exclusivos del sector privado. Hay ejemplos convincentes de las organizaciones del sector público en la implementación de soluciones móviles como la propia Agencia Tributaria española o el HMRC del Reino Unido. Se plantea, por tanto, una pregunta: si las organizaciones públicas y privadas de toda Europa ya utilizan el móvil para llegar a los clientes, asociados, empleados, entonces ¿qué impide avanzar en la construcción de la pieza más importante de participación de los ciudadanos: el voto? Una cosa es cierta. Si cuando los europeos vayamos a las urnas a finales de este mes de mayo, resulta una participación mediocre, se escribirán decenas de miles de palabras acerca de la muerte de la democracia y el fin de la política participativa. Que una posible solución como i-voting permanezca fuera de la mesa de discusión es ciertamente una paradoja y un grave error de juicio.

Arturo Navarro es digital channels director de Capgemini.

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