Una política europea sin excepciones
Tal y como se preveía, el Banco Central Europeo mantuvo ayer sin cambios los tipo de interés en la zona euro, pese a la persistencia de riesgos como el de la posible deflación o un exceso de fortaleza del euro. Mario Draghi dejó claro en su comparecencia que el organismo que preside mantiene alta la vigilancia y que no moverá ficha hasta que no llegue el momento de hacerlo, pero sí ha puesto fecha –el próximo 5 de junio– a esa adopción de medidas concretas. El BCE sostiene firmemente que la estrategia para llevar a Europa a una recuperación efectiva sigue pasando por dos grandes objetivos: una mayor integración de las políticas y los mercados europeos y un mayor esfuerzo en materia de reformas estructurales por parte de los países miembros. “El futuro no es una mayor nacionalización”, resumió Draghi tras advertir que la zona euro tiene muchos retos todavía por superar y numerosas lecciones para recordar.
Así ocurre con las peticiones de flexibilización de los objetivos de déficit, dado que existen economías, como Italia y Francia, que no podrán cumplir con esas exigencias. El presidente del BCE recordó, con acertada firmeza, que hace una década potencias económicas como Alemania, Francia e Italia olvidaron la importancia de mantener un adecuado saneamiento de las finanzas públicas, lo que desembocó en una tormenta de deudas insostenibles, altos impuestos y un gasto público claramente desbocado. La crisis ha mostrado los estragos de esa política, que no solo han provocado rescates con un altísimo coste para el conjunto de la economía europea, sino que han obligado a los países con mayores desequilibrios a someterse a una durísima política de ajustes y reformas estructurales.
Ese ha sido el camino recorrido por países como España, Portugal o Irlanda, todas ellas economías que han pagado –y siguen pagando– una elevada factura por los excesos del pasado, pero que comienzan poco a poco y con fragilidad a cosechar fruto de ese esfuerzo. Mario Draghi ponía ayer de ejemplo a Portugal como un país cuyos “dolorosos esfuerzos durante mucho tiempo” han dado lugar a progresos como el descenso del paro. España constituye otro ejemplo de una economía que lentamente comienza a dejar atrás el invierno. Casos como el del Tesoro, que ha vuelto a marcar un nuevo récord en el mercado con la deuda a 15 años, dibujan un escenario que hace escasamente dos años nadie hubiese podido imaginar. Todo ello apunta a que la firmeza presupuestaria y el afán reformista constituyen una senda difícil, pero efectiva. La tarea del BCE no pasa solo por vigilar el buen funcionamiento de la política monetaria, sino por recordar –como ocurrió ayer– que en materia de rigor económico no puede haber excepciones.