Cuando España empezó a estar menos mal
Hace siete años que la economía española comenzó su declive. En 2007, la cadena del crecimiento de la construcción inició su desmoronamiento. Que los bancos empezaron a cerrar el grifo del crédito y que el español de la calle detectó, aunque al principio levemente, los primeros signos de que algo, no se sabía bien el qué, comenzaba a agonizar. El sistema económico en el que se sostenía la riqueza del país estaba tocado de muerte.
Siete años después, y tras varios amagos de mejoría, todo parece indicar que, de verdad, esta vez sí, comienza a recuperarse. Es un giro de tendencia tímido, débil, pero al que todos queremos agarrarnos más por ilusión, por necesidad de cambio que porque verdaderamente los síntomas de recuperación estén apoyados en fundamentales sólidos. Un fuerte soplido, de hecho, podría dar al traste con esta percepción generalizada.
Los bancos, que son uno de los primeros termómetros de la economía española, han unificado sus voces para intentar infundir un mensaje esperanzador. Esto está mejor. “España empieza a recuperar protagonismo en las cuentas de resultados del sector”, han coincidido varios banqueros en las dos últimas semanas.
Las entradas en morosidad han comenzado a descender en todos los bancos, y sus previsiones es que esta tendencia irá en aumento este año. Las provisiones han descendido y los gastos bajan. Por fin, las cuentas de resultados entrar en la normalización y las pérdidas en las en el mercado doméstico se han enterrado en el último trimestre.
Todos coinciden en que el crédito nuevo empieza a asomar sobre los mostradores de las oficinas, aunque no será hasta el próximo año o incluso el que viene, cuando la financiación vuelva a crecer frente a las amortizaciones.
A estos síntomas, que algunos adjudican a propaganda política con motivo de las próximas elecciones europeas, se le ha unido en la última semana la primacía del fútbol español sobre el resto de los equipos europeos. Dos equipos madrileños (el Real Madrid y el Atlético de Madrid) se enfrentarán el próximo 24 de mayo a la final de la Copa de Europa.
El fútbol mueve masas y para bien o para mal levanta pasiones en gran parte del planeta. Y en esta ocasión, seguro que para bien más que para mal, este deporte contribuirá positivamente a devolver la ilusión y el potencial a la marca España, que buena falta hace.
Otro motivo que contribuye a impulsar la marca España, seguro que más importante para el futuro del país, pero que desde luego no tiene tanta repercusión mediática como el deporte de balón pie, son los nuevos escenarios macroeconómicos que ha fijado el supervisor europeo para evaluar la salud del sistema financiero del país, y por lo tanto, de su economía.
Por primera vez y para sorpresa del sector, los supervisores europeos (la Autoridad Bancaria Europea, EBA en sus siglas en inglés, y el Banco Central Europeo) han echado un capote a la economía española. Tras varios años de castigo y desprestigio, Europa ha reconocido los sacrificios sufridos por los españoles y los ajustes que ha realizados el país en estos años de crisis. La EBA y el BCE consideran que España ya ha penado una parte destacada de sus excesos anteriores.
Los próximos test de estrés, o lo que es lo mismo pruebas de resistencia de la banca, serán muy exigentes, los más exigentes de los llevado a cabo hasta ahora, según todos los banqueros, entre ellos, Javier Marín, consejero delegado del grupo Santander, el banco más grande de España y uno de los principales del mundo.
Los escenarios macroeconómicos que exigirán a los bancos europeos para los tres próximos años auguran una nueva crisis que supera al tsunami económico por el que ha tenido que atravesar todo el continente.
La EBA y el BCE pretenden que con las pruebas que realizarán este otoño se despejen todas las posibles dudas que existen aún sobre a banca europea. Pero, pese a la dureza del examen, con escenarios más o menos exigentes dependiendo del país, ambos supervisores han decidido exponer a la banca española a un potencial cataclismo económico más suave que al resto de sus homólogos europeos. Todo un detalle que no es una galantería, sino un mensaje dirigido a los gobiernos y mercados internacionales.
La lectura es sencilla. España se ha convertido en la alumna aventajada del curso. Ha hecho una gran parte de los ajustes recomendados por las autoridades internacionales (el FMI, la CE y el BCE) y su sistema financiero se ha sometido a una reconversión sin precedentes. Otros influyentes países europeos no.
Las pruebas de estrés deberían así ser un apoyo que cimiente lo que asoma como una tímida recuperación. Los mensajes de los bancos en la presentación de resultados de las dos últimas semanas han sido claros. “Volvemos a confiar en el mercado nacional”. Aunque reconocen que antes de escribir el obituario de la crisis debe reducirse la lacra del paro. Pero, de momento, España parece que está menos mal.