Ver pasar las horas a través de aceite de oliva
La valenciana Sanserif acerca en sus creaciones el diseño a la ecología, y al revés
Comer arroz tres delicias con palillos de vidrio, apoyarse sobre el respaldo de un cajón de percusión o ver pasar las horas a través del cristal de un reloj que contiene aceite de oliva. Son algunas de las posibilidades que ofrecen las creaciones de los diseñadores de Sanserif, el tándem formado por la ingeniera industrial Ana Yago y el periodista José Antonio Giménez, que hace ocho años se juntaron para cambiar de tercio y “ponerle alma” a sus respectivos oficios.
Su empresa quiere “seducir y educar poco a poco”, comenta Yago, creativa de 40 años. Estos dos emprendedores seducen con muebles y objetos de decoración que recuperan técnicas artesanales perdidas y adaptan al gusto contemporáneo. Lo de educar les viene de sus ganas de diseñar “cosas que no solo sean bonitas, sino que transmitan algo que valga la pena. Cuando alguien prefiere un reloj de cartón reciclado, está expresando una intención además de un gusto determinado”. De ahí su serie de asientos de cartón reciclado en forma de letra d con césped incluido, que en enero llevaron a la feria Maison & Objet de París, o su reloj gigante fabricado sobre palets de obra, pensado para espacios grandes.
Lo curioso es que sus clientes, además de seguirles en su exigencia de que “no vale hacer algo que parezca ecológico sin serlo”, cuando invierten en sus objetos quieren que estos reflejen esa búsqueda. Que además se ser verdes, lo parezcan.
Cuentan estos emprendedores que fuera les hacen más caso que en España
Cuentan estos dos emprendedores valencianos que fuera les hacen más caso que en España. A pesar de ser una compañía pequeña, que quiere seguir siéndolo, sus diseños han viajado a Alemania, Italia o Abu Dabi, y conocidos suyos les dicen de cuando en cuando que se han cruzado con sus piezas en otros países. “A veces apetece ponerles un microchip y ver hasta dónde pueden llegar”. Su último trabajo ha sido poner a prueba la conexión entre la tradición artesana japonesa y la española, con motivo del 400 aniversario que Japón y España celebran de sus relaciones diplomáticas en 2013 y 2014. Buscaron similitudes y se sorprendieron al descubrir la fuerza del tratamiento que los japoneses hacen del vidrio con la técnica fusing, o de fusión, en la que el artista y artesano moldea formas con destreza aprovechando el calor sobre este material, también presente en España. Luego llegaron la cerámica, o la seda, incluso las castañuelas, cuadradas en el país nipón, fiel apasionado del flamenco, con excelentes bailadores, entre los pocos fuera de España a los que se les reconoce tener duende pese a la enorme distancia entre las raíces folclóricas de ambos países.
Sentarse sobre la música
Hoy parece obvio que un cajón de percusión sirve para sentarse. Pero cuando los esclavos de Perú empezaron a usarlo, durante los últimos coletazos de la colonización española, les servía para transportar frutas, verduras y pescado. Después lo emplearon para sustituir al tambor que la Iglesia católica les había prohibido. Es uno de los pocos instrumentos sobre los que el músico se sienta. Sanserif le ha dado una vuelta al concepto, “sin intervenir sobre el instrumento”, y se ha inventado un respaldo de quita y pon que hará la vida más fácil a quien lo use, si por ejemplo quiere descansar después de una sesión musical, hacer un receso en su arte o simplemente usarlo de asiento.
Incluso en la música se sorprendieron estos emprendedores valencianos. La actuación de Remedios Pallás en la exposición que abrió la conmemoración entre ambos países en diciembre pasado en Valencia fue un diálogo entre los palillos españoles de esta maestra y los ritmos tradicionales japoneses de los Yoshida Brothers que logró romper la frialdad que suelen mostrar los nipones.
La celebración de este año dual japonés también habrá servido para recuperar la técnica olvidada del socarrat, placas de barro cocido heredadas del tiempo de la Corona de Aragón con las que se decoraban vigas y techos. Sanserif se inspiró en la misma tradición nipona, con pictogramas, para diseñar estas pequeñas piezas de barro cocido en las que han incluido distintas imágenes adaptadas al mundo contemporáneo.
Todas las creaciones de la compañía están hechas en centros especiales de empleo donde trabajan personas con discapacidad. Su showroom está en Valencia y allí puede encontrarse una de sus creaciones más curiosas, un reloj en forma de pequeño tubo de cristal transparente lleno de aceite de oliva. “Así se marca el tiempo de forma tranquila, no hay segundero. El aceite hidrata la sequedad del ambiente y exhala un pequeño aroma”, apunta Ana Yago. Cada una de las hendiduras en el vidrio señala el paso de una hora. Y aguanta diez. Otra forma de apuntar la evolución “muy lenta” de la pequeña empresa.