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Columna
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Continuidad y cambio en Italia

El nuevo primer ministro de Italia, Matteo Renzi , ha dado su primera puñalada a una de las costumbres más extrañas de Italia: el nombramiento de 500 consejeros y altos cargos de más de 70 empresas controladas por el estado, incluidas Eni, Enel, Finmeccanica y Poste Italiane. Ha dirigido el juego trienal de las sillas musicales con habilidad.

La selección de directivos es un símbolo del poder del gobierno sobre las empresas, y de que la cultura del mecenazgo impregna la política italiana. Para Renzi el reto era demostrar sus credenciales de reforma y equilibrar los intereses de votantes, inversores y de los diferentes partidos cuyo apoyo necesita para aprobar leyes.

El resultado final, al menos en el caso de los altos cargos anunciados ayer, parece un inteligente trabajo de relaciones públicas. Los inversores estaban preocupados por si el deseo de cambio de Renzi interrumpiría los negocios, pero los roles ejecutivos en Eni y Enel han estado bien considerados.

Renzi ha dejado huella. Tres de los roles de presidente han sido ocupados por mujeres. Esa es una declaración importante en un país donde la tasa de ocupación femenina se sitúa en el 10%. Renzi también ha limitado el sueldo de presidente a 238.000 euros, una medida necesaria cuando los recortes amenazan al sector público.

La reforma no es una revolución. El radicalismo real habría abordado el hecho de que los grandes accionistas de las empresas italianas a menudo puedan nombrar a la mayoría de la junta directiva con solo el 30% de las acciones. Además, Renzi podría haber terminado con el proceso si hubiera optado por vender todas las participaciones del gobierno. En su lugar, ha reforzado el vínculo entre empresas y el gobierno –aunque Eni, Enel y Finmeccanica están casi en un 70% controladas por inversores privados–.

Aun así, los inversores internacionales ahora deberían sentirse un poco mejor acerca de la tradicionalmente débil gobernabilidad corporativa de Italia.

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