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Columna
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Fin a los mitos de los reguladores chinos

Los inteligentes burócratas de China no pueden garantizar la salud del sistema financiero del país más allá de lo que pueden ver a través de las paredes. Ha llegado el momento de acabar con el mito del regulador omnisciente.

Un ejemplo es el duelo entre el Banco Popular de China y la Comisión Reguladora Bancaria del gigante asiático. El primero vigila la política monetaria y la estabilidad financiera. La última controla las entidades individuales. Están dirigidos por tecnócratas inteligentes, pero las relaciones son tensas. El consejo interinstitucional sobre estabilidad solo se ha reunido una vez desde agosto, según el Financial Times.

A su vez, el sector financiero de China está fuera de control. El crédito no bancario en la sombra ha afectado a 19,6 trillones de yuanes (unos 2,3 trillones de euros), según estiman los analistas de Deutsche Bank, un 81% más que hace dos años.

La relación entre el Banco Popular y la Comisión Reguladora Bancaria del gigante asiático es tensa

Los reguladores deben equilibrar lo malo y lo bueno. Pero también luchan contra problemas que no crearon. Uno de los catalizadores de los excesos financieros es la forzada baja tasa de depósito de China, lo que ha llevado a los ahorradores a buscar inversiones alternativas como productos de lujo y propiedades. El otro es la pobre dirección de los bancos, controlada por el gobierno. Ambos han sido decididos realmente por el partido gobernante de China.

Las reformas que deberían haber sido simples se han retrasado. Por ejemplo, el seguro de depósitos, en el que las autoridades han estado trabajando durante más de una década, pero que aún no se ha implementado. El plan para hacer que los bancos tengan más capital frente a los activos interbancarios se ha diluido.

Esto no significa que el país se dirija a una crisis financiera, o que los reguladores no tengan dientes. Tampoco significa que China no tenga herramientas para luchar contra la crisis. Hablar de un momento Lehman está fuera de lugar. Pero una lealtad equivocada es igualmente inútil para los inversores. Los reguladores pueden ser inteligentes, pero no son superhéroes.

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