Europa mantiene el rumbo estable
La comparecencia de Mario Draghi, tras la reunión de ayer del Banco Central Europeo, ha reafirmado el diagnóstico de que la economía europea mantiene un rumbo razonablemente estable hacia la recuperación, pese a la persistencia de diversos riesgos estructurales y coyunturales. El presidente del BCE anunció una revisión al alza de los objetivos de crecimiento para este año –una décima más, hasta el 1,2%– que llegará a ser del 1,8% en 2016. Además, la institución ha dejado intactos los tipos de interés, en el mínimo histórico del 0,25%, y ha hecho lo mismo con la facilidad de depósito, que continúa en el 0%.
La radiografía de Draghi sobre el futuro inmediato de la zona euro es clara. “La recuperación económica está avanzando y nuestras proyecciones para los próximos dos años apuntan a una inflación baja seguida de un periodo en línea con el objetivo del 2%, aunque ligeramente por debajo”, explicó. El peligro de que la eurozona pueda entrar en un periodo de deflación –un descenso prolongado de los precios– parece haberse neutralizado en cierta medida por el ligero crecimiento de la situación económica y por una evolución de los precios algo mejor de lo que se preveía.
Ello no implica, sin embargo, que los riesgos hayan quedado atrás. Como recordó el propio Draghi, los nubarrones que pueden empañar la recuperación europea se mantienen en el horizonte. El desempleo estructural en algunos países, la fragilidad de la demanda interna, la incertidumbre que sigue rodeando la evolución de los países emergentes y los riesgos geopolíticos, como el conflicto en torno a Ucrania, son algunos de los problemas que Europa debe afrontar y vigilar a la hora de planificar su hoja de ruta económica. Pese a que el BCE no considera que la situación de Kiev apunte a un riesgo de contagio inmediato, sí advierte del peligro siempre presente de un giro de los acontecimientos. Más allá de las graves consecuencias políticas que ello pueda traer consigo, hay un primer efecto económico –el impacto en el precio de la energía– que Europa puede pagar muy caro.
Entre las grandes asignaturas que resulta crucial resolver figura también la normalización de un mercado de crédito que sigue sin fluir de forma homogénea en todas las economías europeas y que constituye una verdadera barrera para la actividad de las empresas de algunos países, es el caso de España. Pese a que la percepción de los inversores sobre la imagen de nuestra economía ha experimentado un cambio radical –el Tesoro público colocó ayer 5.000 millones de euros en títulos a diez años a precios de 2006 y el Ibex volvió a mostrar su buen comportamiento–, la sequía del crédito continúa castigando al tejido empresarial, especialmente a las pequeñas y medianas empresas, y ralentizando el ritmo de la recuperación.