Quiero algo más que una buena paga
Los alumnos de MBA creen que su formación les ayudará a contribuir a sus comunidades La crisis impulsa el interés de los estudiantes por el emprendimiento social
Estudiar un máster en Administración de Empresas en una prestigiosa escuela de negocios siempre ha sido la puerta de entrada a una prometedora carrera en una gran empresa. Hasta hace bien poco, a los alumnos de MBA les rondaban con hasta tres puestos de trabajo, bien en una consultora, en un banco de inversión o en cualquier otra multinacional, al finalizar sus estudios. Con la crisis todo esto se ha desvanecido, hay cada vez menos oferta laboral y, ante la falta de perspectiva profesional, los graduados han aumentado su conciencia social.
El MBA, así lo creen los alumnos consultados por CincoDías, les ayudará a cumplir con el objetivo de contribuir a que exista un mundo mejor. “Quise estudiar un MBA para adquirir las capacidades para dirigir proyectos de ONG en un país en desarrollo”, decía Brian Hennessey, alumno del IESE, escuela donde se celebraron la semana pasada una serie de conferencias bajo el lema Doing Good, Doing Well (Haciendo bien, Haciendo el bien), en las que participaron cerca de 500 jóvenes procedentes de escuelas de negocios de todo el mundo, y de la que se extrajo la siguiente conclusión: los emprendedores sociales van en aumento.
El profesor de gestión estratégica del IESE Michael Rosenberg recuerda que el título de Doing Good, Doing Well es una señal de que los estudiantes quieren conciliar su carrera profesional con la ayuda a la sociedad: “Los estudiantes quieren hacer el bien, al tiempo que no desean renunciar a gozar de un mínimo de bienestar material”. Es el caso, por ejemplo, de David Manley, estudiante de la HEC School of Management.
Este canadiense asegura que el MBA que cursa le ayudará a crear un perfil profesional exitoso:“Antes he estado empleado en varios sitios, como organizaciones sin ánimo de lucro o en periódicos. Así que pensé que el MBA me ayudaría a definir mi currículo”. Pero al mismo tiempo, Manley quiere dejar una herencia positiva a la sociedad:“Aunque suena un poco a cliché, el objetivo de tener el máster es hacer de la sociedad un lugar mejor. Cuantos más conocimientos adquiera, mayor será mi contribución a la comunidad”.
Jordi Bellana, estudiante del IESE, coincide, y sostiene que la finalidad de cursar un MBA y emprender una carrera empresarial no consiste solo en tener un gran sueldo. “No porque cobres el mejor salario serás más feliz”. Afirma que la escuela transmite a los estudiantes una manera de ver los negocios en la que ayudar a la sociedad es tan importante como asegurar la rentabilidad de la empresa.
Las salidas laborales de estos futuros emprendedores sociales son muchas y variadas. Dylan D’Costa, alumno de la Rotterdam School of Management, confiesa que le encantaría trabajar para el fondo de inversión Acumen, dedicado a financiar proyectos empresariales con una repercusión positiva para las comunidades donde operan. Opina que el MBA le ayudará a encontrar un trabajo allí o en una ONG: “Antes de empezar a estudiar el máster trabajé cuatro meses para este fondo, y me di cuenta de que quería dedicarme a esto a tiempo completo. Es un excelente trabajo que a la vez te permite ayudar a la sociedad”.
Una motivación distinta de la del también estudiante del IESE Matt Brendle, organizador de Doing Good, Doing Well, originario de Carolina del Sur (EE UU), quien ve en los MBA un canal a través del cual dirigir proyectos de responsabilidad social corporativa “en multinacionales que tienen los recursos y capacidades para ir a los sitios donde se requiere ayuda e invertir”. Su ambición es dirigir este tipo de proyectos.
Los alumnos desean cooperar en proyectos de ONG y multinacionales
A veces, la razón para cursar un MBA surge del interés por cambiar de carrera y encaminarse hacia una profesión donde uno pueda ser feliz en lo que hace. Es el caso de la estudiante de la National University of Singapur Mónica Ochoa: “Somos una generación que quiere ser feliz haciendo lo que le gusta, no trabajar en algo convencional, como puede ser la profesión de abogado”. Esta estudiante colombiana cree que el MBA le permitirá mejorar su perfil para trabajar en proyectos de inversión con fines de ayuda a la sociedad, que combinan lo mejor de las ONG –ayudar a la comunidad– con la empresa privada –la gestión eficiente de los recursos–.
Es también el caso de la alumna del IESE Divya Gautam, originaria de India, que empezó su carrera creando productos financieros para fondos de ahorro en Australia. Sin embargo, “al cabo de tres años me di cuenta de que este no era un trabajo para mí, y quise hacer algo más útil para la comunidad”. ¿Su preferencia? “Quisiera dedicarme a la inversión con criterio social para apostar por empresas que ayudan a sus comunidades”.
En cuanto a cómo se inculca esta cultura del emprendimiento social, hay muchas maneras, pero el profesor Rosenberg, del IESE, pone como ejemplo el citado evento, donde se desarrollaron talleres sobre inversión con criterio social. “Este tipo de financiación puede generar a la larga más retornos que una inversión que no tenga en cuenta el impacto que genera en la comunidad”, asegura. El estudiante Brendle abunda: “En nuestro centro los principios de la responsabilidad social están presentes en las asignaturas troncales, no solo en clases optativas”. Pero ¿por qué han cambiado las preferencias de los estudiantes de MBA? La crisis económica ha motivado a algunos emprendedores a interesarse por la responsabilidad social dentro de las empresas. Eso opina la barcelonesa y estudiante del IESE Marta Arellano, quien empezó trabajando en Accenture, pero “cuando empezó la crisis estalló mi interés, ya que vi que lo que hacían muchas de las empresas era incorrecto desde el punto de vista de la responsabilidad social corporativa”. Esto le hizo reflexionar un poco sobre cómo desarrollar su máster en gestión de empresas.
La globalización ayuda al cambio de mentalidad de los estudiantes
Otro motivo es la propia globalización, según el profesor Rosenberg, del IESE: “Cualquier persona que esté informada reconoce que hay problemas. El cambio climático es real, hay tensiones sociales en muchos países. Aunque la pobreza es menor que nunca, sigue siendo una losa”. Pero al mismo tiempo que la mundialización acerca los problemas, también aporta soluciones. Es lo que sostiene Arellano, quien menciona contactos con emprendedores de países como Kuwait y China sobre ciudades inteligentes: “Un chico de China me habló de un proyecto para crear una en medio de la nada”. En algunos casos, esta influencia inspira a estudiantes de países en desarrollo, mostrándoles que hay formas distintas de afrontar las necesidades sociales.
Patrick Lim, de la London Business School, está convencido de ello: “He vivido en mi país, Filipinas, hasta 2007. Allí cada día ves que hay pobreza, niños en la calle... Y crees que este es un problema que no se puede resolver. Pero entonces empecé a trabajar en Londres como agente de divisas y me di cuenta de que estas desgracias no tienen por qué suceder. Que pueden ser resueltas”. Su motivación es clara: “Quiero ensuciarme las manos ayudando a las personas. Es más emocional que racional”.
Los estudiantes de MBA ven en su formación en las escuelas de negocios una puerta de entrada al emprendimiento social. Desean que su trabajo ayude a la sociedad. En camino hay una nueva hornada de líderes comprometidos.