La UE debe tomar partido en Kiev

Ucrania, como otros muchos países en circunstancias delicadas del pasado, tiene la incómoda posición geográfica de ser una cuña entre dos civilizaciones, entre dos formas de entender la política, el progreso y el desarrollo social, que han colisionado con virulencia. Atrapada por la crisis financiera, y con la presión política y económica de una dependencia energética agobiante, Kiev se debate entre su mayoritaria vocación occidentalista y europeísta y la minoritaria inclinación al Este jaleada por su clase dirigente. Lo peligroso es que el debate ha pasado de la discusión, nunca serena, a la violencia, con un saldo de cerca de 30 muertos en las últimas jornadas entre policías y manifestantes en la capital ucraniana.

El activismo político de la Unión Europea ha sido la asignatura pendiente en los conflictos en la frontera oriental, y no puede acumular otra incomparecencia. Tal como ayer anunció Bruselas, hoy habrá una batería de sanciones económicas, que deben ser tan firmes como para que el Gobierno de Kiev se avenga al deseo mayoritario de su población de estrechar lazos económicos con Europa, y lo suficientemente flexible como para no caer en la trampa de quienes desean un conflicto. Los problemas de países emergentes como Ucrania tienen solución con diálogo, y en él Bruselas debe comparecer.