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Tribuna
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Ojo con el optimismo

Cuidado con la autocomplacencia, con la falta de autocrítica. Hemos salido de lo peor, sin duda. La amenaza cierta de intervención y rescate directo deja hoy paso a un margen de actuación algo mayor. No mucho mayor. El balance de 2013 es el que es. Un año aciago pero que pudo ser mucho peor. Estamos aún sobre una delicada y sinuosa línea próxima a la deflación, sin que se consolide el inicio de la recuperación, con un déficit público todavía alto y con una deuda de vértigo. Estamos ya rozando el 94% del PIB y seguimos caminando hacia cuotas y umbrales aún mayores. Más próximos a Italia, que supera el 100%, y muy lejos ya del 82% germano. En cinco años la deuda se ha duplicado y algo más. Si bien no es menos cierto que hace un lustro la hemorragia empezaba a brotar a borbotones sin que nadie quisiera ni se atreviera a cauterizarla. Prácticamente al día, la deuda pública aumenta a un ritmo de 330 millones de euros. Los intereses que hay que pagar durante 2014 son ingentes. Y creciendo.

Empieza a llegar inversión extranjera. Y llega, como llegó la española hace una década y media sobre todo en América Latina y algún que otro país europeo, a comprar a precios irrisorios. España es hoy una gran oferta permanente. Todo se vende. Todo se puede comprar. No le pongamos puertas al capital, tampoco a los mercados. Pero valemos lo que valemos. Y nos valoran como nos valoran. Es cierto que gracias a una extraordinaria labor de internacionalización las cifras y los volúmenes de venta son los que son. Pero cuidado. No toda la solución está en la exportación. Es coyuntural. No somos más competitivos ni apostamos con la fuerza que debemos por la innovación y el desarrollo. Al contrario, un paso adelante y dos hacia atrás en erráticas políticas y recortes draconianos han presidido el quehacer político en este ámbito. El que marcará el futuro y el desarrollo económico de no pocos países. Ojo con Reino Unido para dentro de década y media.

Prácticamente se ha concluido una reforma financiera que ha pendulado entre extremos y vaguedades desde hace cuatro años. Caminamos hacia un oligopolio de unos pocos con una restricción gravísima del crédito todavía por parte de estas entidades. Nada volverá a ser igual. Ni el crédito se concederá como se concedió lisonjeramente en los últimos años. Con poca aversión al riesgo y escasa ética y profesionalidad en no pocos consejos de administración, como el tiempo ha desvelado y la sinvergonzonería debelado. Pocas o escasas lecciones extraeremos y querremos extraer de aquella crisis y burbuja que lo enmaraño todo y lo distorsionó ad náuseam.

Es cierto que la prima de riesgo ha caído hasta un tercio de lo que llegó a despuntar hace año y medio. Contenido el pulso y exhausto el aliento, España rozó la intervención. No sé si hay mal que por bien no venga, enigmática y galaica frase esta. Pero salimos. No todo debido a las reformas. Pero sí influido por ellas y la percepción que se tiene ahora de España. Hay seriedad y rigor. Pero todavía falta más empuje en las reformas y más ambición. Seguimos perdiendo y erosionando una oportunidad de oro. Cambiar un país, cambiar un modelo, cambiar unos mimbres que están completamente agotados y erosionados. Falta más coraje para acometerlo. Urge una reforma fiscal de calado. Justa y proporcional, sí, pero de hondura. Como también erradicar el extraordinario fraude fiscal, social y laboral.

España no estará bien hasta que la cifra desalmada y atropelladora del desempleo se mantenga en las cotas que está. A pesar del optimismo, y del cálculo en el mismo, es la verdadera lacra social que nos corroe, nos devora y nos hunde como país y como sistema. No hay país que aguante una situación así. Casi 300.000 personas han perdido su puesto de trabajo este 2013. Y ello trae sus consecuencias para la seguridad social y la hucha de las pensiones. Lo sabemos todos aunque de soslayo aparentemos mirar hacia otro lado. Debemos hacer un mejor y más acertado diagnóstico. Sin miedo, sin arrogancia.

Hay que reconocer el esfuerzo de lo hecho y el sacrificio de lo exigido a los ciudadanos. Pero al tratarse de percepciones, a este, en su conjunto, no llega ninguna visión ni realidad tangible de mejora y menos aún de optimismo. Cuidado con la autocomplacencia. Cuidado con la deuda pública, con el déficit, con las cifras de paro y las reformas. Falta más empuje en estas. También más concreción. Como la reforma de la Administración. Amalgama de medidas racionalizadoras, pero de puro sentido común y lógica, y con dudosos métodos de cálculo de ahorro. Hora es de más confianza y mayores de dosis de credibilidad. Es lo que necesita este país adormecido en su propio regazo de indiferencia y silencio. Reformas, regeneración, confianza y, como dijo el pasado día de Nochebuena el jefe del Estado, ejemplaridad. Ejemplaridad pública, de las instituciones, de las Administraciones, de los Gobiernos, de los consejos de administración, de las empresas, de los actores civiles. De todos nosotros en suma. No hay otro camino. 2014 va a ser un año duro. Que nadie se antoje soñar sueños y nirvanas de autocomplacencia y letargias en plena vigilia. Queda mucho, muchísimo por hacer. Por escribir y legislar. No nos perdamos en falsas y ebúrneas cortinas de humo y discusiones falaces que no conducen a ningún lugar.

Mariano Rajoy y su Gobierno han cauterizado una hemorragia heredada. No ha sido fácil. Para ello les votó mayoritariamente el pueblo español. Creyeron que el Rubicón sería menos angosto y sinuoso. No ha sido así. Las lecciones que todos hemos aprendido, unos como docentes, otros como alumnos, han cobrado un alto precio y un tributo de exigencia y ejemplaridad extraordinario. Y si lo peor ha pasado, lo menos malo aún está. Combatámoslo con decisión.

Abel Veiga Copo es profesor de Derecho Mercantil de Icade.

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